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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
7
Drama Seis años después del fin de la Guerra Civil, Juana, una chica malagueña, se traslada a un pueblecito montañoso del Norte para ocupar una plaza de maestra; pero su llegada tiene otra finalidad. Al acabar la guerra, su novio Antonio huyó a Argelia: sin embargo, la muchacha sabe que ahora vive refugiado en las montañas, con los maquis, y tiene la esperanza de encontrarlo. Cuando se extiende el rumor de que hay una partida de maquis en las ... [+]
10 de enero de 2017
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Triste destino el de aquellos guerrileros que lo dieron todo por nada. Solo el empeño de algunos, Mario Camus entre ellos, en que no se entierre también la memoria, ha dado fogonazos de grandiosidad a aquellos defensores de la II República Española. No se les ha hecho ninguna justicia. Como mínimo merecían que a la contienda, hoy, se le diera su auténtico nombre: Golpe de Estado Militar, apoyado por el fascismo, contra el Gobierno legítimo elegido por el pueblo. Lo de Guerra Civil es tan genérico que ofende a la verdad.

Los días del pasado, no están tan lejos como un sector preeminente de este país se empeña en afirmar. Algunos de aquellos "Antonios" aún no han aparecido, y murieron muchas "Juanas" dolientes y silenciosas sin recibir una mínima excusa. Aún quedan "Antoñitos" y "Juanitas" de 80 años que rebuscan huesos, y son mirados con desprecio por quienes consideran un acto deleznable la cabezonería de llevar flores a un lugar concreto y depositarlas, con certeza, sobre el túmulo, al lado de una fotografía sepia de su padre.

La tristeza e ignominia que han tenido que arrastrar, como una cruz, los perdedores es lo que se vislumbra en este exilio norteño de una maestra andaluza, condenada al frío y la soledad por ansiar abrazos que descongelan.
A diferencia de los filmes propagandísticos que durante el franquismo enaltecían los valores fascistas y religiosos, y que con fervor se encarga en recordarnos nuestra televisión pública, el de Mario Camus nos habla más de las consecuencias de la derrota, del abandono y el olvido; y de la imposibilidad, en aquellos tiempos, de espantar el miedo y encontrar algún camino de concordia. La primavera quedó prohibida para mucha gente.

Estoy de acuerdo, los días del pasado tienen que desaparecer tras aquel recodo del camino, pero va a ser complicado mientras queden apologetas de los "vencedores" mangoneando en los altos cargos, negando las evidencias y partiéndose el pecho por no cambiar el nombre de algunas calles y plazas dedicadas a golpistas.
Sinhué
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