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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
8
Animación París, 1930. Salvador Dalí y Luis Buñuel son las principales figuras del movimiento surrealista, pero Buñuel ve cómo se le cierran todas las puertas después del escandaloso estreno de "La edad de oro", su primera película. Sin embargo, su buen amigo, el escultor Ramón Acín, compra un billete de lotería con la loca promesa de que, si gana, pagará el documental que su amigo quiere rodar sobre Las Hurdes, una de las regiones más ... [+]
18 de febrero de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al comienzo de los años treinta del siglo pasado, un joven Buñuel se buscaba la vida en los ambientes artísticos parisinos. Y lo hacía de la peor manera: provocando e indignando a quienes estaban en disposición de invertir en sus calenturientas y geniales ideas. Aquellos supuestos mecenas, tras "Le chien andalou" y "La edad de oro", cerraron puertas y ventanas al atorrante españolito de Calanda, que se vió obligado a volver a su tierra para desarrollar un proyecto-documental sobre una comarca que, aunque europea, andaba rondando los límites de la realidad más increíble. Se trataba de Las Hurdes, un lugar poco conocido de Extremadura, inmerso en un túnel que se anunciaba con el siguiente mensaje: ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!.

Basándose en el cómic del cacereño Fermín Solís, y trasladando sus dibujos a la pantalla, Salvador Simó suma al acierto del tebeo la magia del movimiento y la excelente banda musical de Arturo Cardelús; consiguiendo un resultado para enmarcar, que ha reportado a sus artífices un completo años de premios y alegrías.

Quienes desconocían los albores creativos del tosco surrealista maño, tienen en este filme animado (86 minutos) sobre el documental (30 minutos), la posibilidad de acercarse al hombre antes que al artista, desmitificando a uno de los grandes creadores de todos los tiempos en nuestro país; actividad siempre muy sana y más que recomendable.
Por otro lado, para los que ya habíamos erigido alguna estatua al ilustre tamborilero, la carnalidad del dios tampoco le resta excesiva admiración; y sus manías y obsesiones que ya presumíamos, nos le hacen más próximo, si cabe.
Sinhué
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