Por fin he visto Camino. Tengo que reconocer que he tardado en verla porque no me apetecía mucho. Ya sabéis: la injusticia de la muerte, el dolor, la impotencia...Pero espoleado por la polémica y los comentarios de unos y otros, decidí echarle valor y tener mi propia opinión.
Me ha gustado, y estaba casi convencido de que no iba a ser así. He experimentado en carne propia, una vez más, el valor de la distorsión y de la manipulación. Así pues mi consejo es que la veáis para llegar a vuestras propias conclusiones.

Cuando digo que me ha gustado estoy diciendo que, efectivamente: he sufrido, me he angustiado y he sentido pavor, pero no sólo con la niña; también con la familia y con la amenaza en la sombra del poderoso y sectario clan religioso.
Apoyado en mis vivencias personales, niño del tardofranquismo que estudió con curas, estoy en disposición de afirmar: Javier Fesser no exagera ni una "miajita". Y eso que en muchas ocasiones la atmósfera pueda parecer febril y surrealista.

Nada es excesivo, repito, cuando el intolerante y oscurantista fervor del fanatismo religioso se impone a hierro candente sobre cuerpos y mentes. Máxime cuando se empieza a actuar impunemente sobre cándidas cabecitas produciendo castraciones que marcarán toda una vida.
Gracias a Javier Fesser por tener la valentía de exponer libremente su punto de vista. Un día, algunas de las propias víctimas que hoy le confunden con Satán se lo agradecerán también.

Y claro que sí, la película tiene más cosas: una auténtica historia de amor entre dos niños que cruzaron una vez sus miradas. Un amor inocente, como únicamente debe ser el amor; indestructible y alegre más allá de la muerte. Y eso también me lo creo.