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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
9
Romance. Drama Adèle (Adèle Exarchopoulos) tiene quince años y sabe que lo normal es salir con chicos, pero tiene dudas sobre su sexualidad. Una noche conoce y se enamora inesperadamente de Emma (Léa Seydoux), una joven con el pelo azul. La atracción que despierta en ella una mujer que le muestra el camino del deseo y la madurez, hará que Adèle tenga que sufrir los juicios y prejuicios de familiares y amigos. Adaptación de la novela gráfica "Blue", de Julie Maroh. (FILMAFFINITY) [+]
11 de marzo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando queremos hablar sobre una película, lo primero que buscamos son ajustados términos que trasladen a los demás nuestro punto de vista, nuestras sensaciones. Es la fórmula más empleada para cazar, o al menos acorralar, o acotar.....Echar el lazo, en definitiva, al indómito animal surgido de la imaginación de un autor y que nosotros queremos doblegar. Es la manera de decirle: en mi cabeza también cabe, sé lo que me quieres contar; los más "cítricos" (críticos con cara de pocos amigos) dirán incluso: “…yo lo hubiera hecho mejor, o, yo no doy asilo a la bazofia”.

Destripar, es una de las acciones que habitualmente emprenden los analistas de cine y, a veces, se equivocan porque hay cosas que nacen con el único fin de ser miradas o escuchadas. Pero centrando mis divagaciones en el tema de los adjetivos, en esa reducción a la mínima esencia, hay quien dice: soberbia, o insoportable, o escalofriante, o pedante, o emotiva, o cautivadora, o...¡vaya usted a saber!, cuando la tarea que el autor le ha echado encima obliga a un mayor esfuerzo, a un minucioso deshuesado; o a rendirse incondicionalmente, disfrutarla y no buscar “peros”, hipótesis e interpretaciones torticeras.

Algo ha pasado con La Vida de Adèle que me ha desarmado gozosamente. Me he dejado llevar y, tumbado a la vera del camino, bajo la sombra de una encina matriarcal, he dado total libertad a mis sentidos; y por los ojos, la nariz, los poros de la piel me ha entrado el vivir de otros, su pasión, su amor, sus fracasos; bajo la batuta de un invisible Abdellatif Kechiche y una humanísima y carnal chica griega, capaz de transmitir el escalofrío por la pérdida, y el hipo que ahoga el llanto. Sí, me he rendido, he dejado aparcadas mis reflexiones y la guadaña; he abierto las barreras de la precaución para ser invadido por una fuerza benévola, que suena bien y sabe, y huele a verdad. Sin más.
Sinhué
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