En primer lugar constatar el acierto de los creadores al construir un microcosmos en el que, a lo largo del tiempo, distintas generaciones nos hemos querido ver reflejadas, hemos aspirado a ello, o al menos hemos querido creer, que de verdad existen lugares donde se vive de otra forma, con otros códigos, lejos de la alienación impuesta por lo políticamente correcto y las normas estúpidas pero aceptadas por imperativo legal.
El éxito de algo, aunque los más modernos lo basen en la inmediatez económica y su posterior destrucción, es, para mí, su durabilidad y su escasa pérdida de valor. Esta serie televisiva, que supo llegar a los aledaños de nuestro corazón soñador, vino para instalarse en nuestra memoria, en la parte iluminada, la que nos reconforta con la vida.

Es mágico, o al menos lo parece, todo cuanto rodea a este fenómeno televisivo de 1990 (os pido, por lo que hablaré más adelante, que retengáis esa fecha). Lo asombroso viene de la uniformidad de las distintas temporadas (al menos de las cinco primeras), teniendo en cuenta que por la serie fueron pasando cuarenta y tres directores diferentes y treinta y dos guionistas.
Los personajes, tan marcados, tan coherentes y tan imperfectamente humanos, seguían presentes hasta cuando dejaban de aparecer. La música, tanto la original (David Schwartz) como los distintos temas que la radio de Chris iba desgranando, era el abrigo necesario para afrontar con gallardía las gélidas temperaturas, un verdadero anticongelante en la circulación sanguínea. Muchos de los referentes cinematográficos de Ed siguen siendo, 33 años después, nuestros faros guías.Todos, o casi, hemos querido siempre tener una segunda casa como el Brick, para encontrarnos con los amigos, desahogarnos, escuchar y ver cuando no nos apetece hablar, mirar dentro de los ojos y brindar cuando merece la pena hacerlo.
La diversidad y mezcolanza de culturas y caracteres, con el objetivo común del bien de Cicely, modulaban las diferencias, a veces mayúsculas, entre sus habitantes. Los menos materialistas aspirábamos a que nuestros enemigos ideológicos se parecieran al médico judío (Joel) o al cacique local (Maurice); antes que a los que, del mismo pensamiento, conocíamos en nuestro pueblo o ciudad. Mientras que los biempensantes, estoy seguro, se hubieran tomado mejor un vermut con el "anarquista" de la radio (Chris), o la tendera "comunista" (Ruth-Anne) que con cualquier votante de la izquierda real.

¿De dónde esa imaginación portentosa que situaba a la gente corriente al nivel de grandes pensadores, filósofos y creadores artísticos de la élite? ¿De dónde esa irreverencia surrealista de una niña de trece años cuestionando con un avezado adulto, lo que quiso expresar Albert Camus en L'Étranger? ¿No os suena algo a Amanece que no es poco?. La película de José Luis Cuerda, fue estrenada en Enero de 1989, un año antes de nuestra apreciadísima serie. No me digáis que, ya sería rizar el rizo, podríamos concluir con la posibilidad de que algunos de sus creadores hubieran visto esa película, o la que fue su semilla: Total (1983). Después de todo en Albacete también hay pueblos lejanos y perdidos, y Teodoro llega desde la Universidad de Oklahoma.
De ser cierto sería gran mérito del ojeador beber de las mejores fuentes y no perdería su obra un ápice del cariño que sentimos por ella.

Northern Exposure forever