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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
10
Drama. Romance Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
16 de noviembre de 2011
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bastantes de los españolitos que viven, de aquellos que babeando, en el 1972, tomaron trenes y autobuses para San Juan de Luz, Biarritz y otras poblaciones francesas adyacentes, con la rijosa y oscura intención de ver a una Maria Schneider desnuda, rebelde y objeto de perversiones; se pondrán colorados cuando, si han madurado, revisen esta estupenda obra (entendiendo ahora los diálogos) sobre la cruel soledad, el hiriente frío del desafecto, la incapacidad de muchos mortales de amar y ser amados en la misma fracción de segundo, el insufrible dolor de la existencia estéril.....; y ya habrán concluido en que fueron víctimas de un espejismo lúbrico, hijo directo de la ignorancia y la represión; y convendrán conmigo en que la auténtica aventura hubiera sido ponerse en marcha para aplaudir a un joven y desinhibido italiano, llamado Bernardo Bertolucci, capaz con treinta años de profundizar tan hondo, intentando llegar al lugar exacto en el que brota la tristeza, esa que convierte a la vida en una hemorragia de imposible taponamiento y que desemboca en el inmenso océano del sueño eterno.

París, la ciudad de la luz y el amor, se convierte en una negra trampa para parejas nihilistas que reptan por sus calles, bailan en sus cloacas iluminadas, se encuentran en viejos pisos sin muebles y se anudan en una agónica fornicación, tan placentera como la tortura que nos despierta para que no olvidemos que seguimos vivos.
"Last tango en Paris", aquel irreverente y escandaloso grito existencialista flota aún tras cuarenta años, porque está hecho con el insumergible material de la poesía; aunque pertenezca a ese oscuro rincón de la lírica, en el que algunos nunca estarán dispuestos a pernoctar.

La fotografía, prolongación de la mirada de los peces que boquean fuera del estanque, es del gran Vittorio Storaro y la música de Gato Barbieri (última opción del director), el único, según dicen, que no dió calabazas a Bertolucci; que había pretendido la banda sonora del gran maestro Astor Piazzola, que enfadado por tan irrespetuosa propuesta a un ferviente católico como él, ni se dignó contestar.
Sinhué
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