Luna ha sobrevivido a tantas cosas que en un principio considera una anécdota el interés que su pareja, Amar, está tomando por una comunidad musulmana a la que acude a enseñar informática, mientras se cumplen los seis meses de castigo por beber en su trabajo de controlador aéreo. Pronto se dará cuenta que la nueva espiritualidad del hombre al que quiere amenaza con romper su historia de amor.

Jasmila Zbanic, escritora y directora de esta película, trasladada a la piel de la fantástica, atractiva y más que creíble actriz, Zrinka Cvitesic, nos presenta como límite infranqueable de convivencia en la compleja sociedad de Bosnia-Herzegovina cualquier atisbo de fundamentalismo religioso, por encima incluso de los crueles radicalismos políticos.
La visión que nos traslada a través de los grandes y limpios ojos de la azafata, que ha olvidado en Sarajevo el infierno y las consecuencias de la guerra, es lo suficientemente esperanzadora como para no permitir pasos atrás en el proceso de liberarse del odio.

En esta obra cinematográfica Jasmila no busca ajustar cuentas, ni reclama reparación; pide, o al menos eso creo yo, que en el camino ya por si doloroso de la reconciliación no intervengan quienes nunca han ayudado a hermanar pueblos. Tal vez sin las hogueras mantenidas por las enquistadas posiciones religiosas a las guerras civiles les faltaría suficiente material inflamable como para estallar.