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España España · Salamanca
Voto de La Maga:
8
Romance. Drama. Ciencia ficción Un hombre (Hugh Jackman) realiza dos viajes: uno al pasado, a la España del siglo XVI, y otro al futuro, al siglo XXVI. Su objetivo es salvar la vida de su esposa enferma de cáncer, pero para ello tendrá que encontrar el legendario árbol de la vida cuya savia proporciona la inmortalidad. (FILMAFFINITY)
1 de mayo de 2007
35 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ya ocurriera con sus dos primeras películas, Pi (1998) y Réquiem por un sueño (2000), Darren Aronofsky vuelve a fabricar una obra de culto, un clásico en potencia cuya genialidad será refrendada algún día por los mismos que ahora la tachan de artificio o engendro. Tiempo al tiempo.
Hay creaciones que traspasan cualquier frontera artística, tal vez porque son capaces de aunarlas todas. Si los talentos que pueblan la industria del celuloide tuvieran sólo una porción de la valentía con que Aronofsky encara sus proyectos, el cine estaría más cerca de una experiencia religiosa/mística que de la vida misma. Desde Stanley Kubrick (salvando las distancias, por el momento), no he visto un talento tan desproporcionado. Quizás las obras de arte puras y perfectas no existan, tal vez, para ello, deban llevar dentro de sí signos de imperfección (y no cambios radicales) que nos recuerden precisamente que son humanas. La fuente de la vida está plagada de fallas (guión poco trabajado, abuso de planos cenitales, cutre ambientación, agujeros narrativos, diálogos banales, fárrago psicológico…), raro teniendo en cuenta su presupuesto, 35 millones de dólares (Pi, 65.000, y Réquiem, 4´5), pero eso da una idea de las dificultades que ha podido encontrar un director capaz de sacrificarlo todo por una visión.
Ficción, realidad y más allá. Pasado, presente y futuro. Mitos, leyendas y símbolos. Tres planos plagados de tanatofobia, realismo mágico, telurismo y relatos precolombinos, del Génesis de la Biblia a la Cábala del Árbol de la Vida, de Herzog a Tarkovski, para componer un ritual de la muerte en toda su odiosa realidad. Como en 2001, una odisea del espacio, para este servidor la obra demiúrgica del séptimo arte, Aronofsky se pone Jodorowsky (El topo) en su parte final, y en una secuencia psicodélica (20 minutos) por su cosmogonía, consigue eliminar toda noción de tiempo para el espectador, sumergiéndolo en un vacío ingrávido cuya hipnosis supone un éxtasis para los sentidos, un acto de creación vanguardista por su ruptura y romanticismo existenciales. Arropada por otra banda sonora prodigiosa de Clint Mansell (quién no se acuerda todavía de los violines de Réquiem por un sueño), Kronos Quartet y Mogwai incluidos, La fuente es un acto de fe dirigido al subconsciente del espectador, un odumodneurtse donde la cultura, la inteligencia, la imaginación y la sensibilidad de cada uno funcionan como mecanismo de lectura ante los estímulos de la vida. Si crees en la trascendencia del amor (“no somos más que polvo de estrellas”), si crees en la vida después de la muerte, si quieres enriquecer tu alma, bebe de esta fuente, porque te abrirá (y dejará abiertas) vertiginosas perspectivas metafísicas. Todo el mundo sabe que un día se morirá, pero casi nadie se lo cree. Cada vez nos cuesta más creer, soñar, pero cuando el cine se convierte en ARTE, cuando entra en una nueva era, todavía queda esperanza.
La Maga
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