Se fue Verhoeven y, tal como pasó con la segunda parte de otra famosa saga, aparecio Irvin Kershner para rodar la continuación. Al igual que ocurriera con el Imperio Contraataca, el bueno de Irvin trató de dar su toque personal a las premisas impuestas por el creador de la saga original. Sin embargo, mientras que en la saga galactica impregnó de oscurantismo con acierto las aventuras de Luke, Leia, y demás rebeldes; en esta, se pasó bastantes pueblos con su oscurantismo.

A pesar de que se excedió en cuanto al escenario deprimente y trató sin éxito de recuperar la sátira en los anuncios televisivos que aparecen intercalados en la película, consiguió retratar muy bien una de las bases de la original: la crítica al capitalismo. Los intereses de las empresas privadas vuelven a ser el enemigo a batir; mucho más que el megatraficante de droga. No sólo eso, sino que el visionado de la película nos deja la sospecha de la imposibilitud de vencer al capitalista sin escrúpulos que no duda en vender a sus más cercanos allegados.

Otros pecaditos de Irvin son el mostrarnos un Robocop mucho menos humano del conocido en la anterior película, infrautilizar a un personaje pilar en la primera película como es el interpretado por Nancy Allen, y convertir al alcalde en el personaje bufón de turno. Sin embargo, acierta en los malos: todos ellos muy carismáticos.

En cuanto a las actuaciones, poco decir puesto que el caracter eminentemente de acción de este largometraje resta capacidad de lucimiento a los actores.