Corría el año 1999 cuando un indio de apellido impronunciable estrenaba una película que no sólo daría la vuelta al mundo, sino que se convertiría en un referente para futuras películas de terror sicológico y sobrenatural.

El sexto sentido se refiere a esa capacidad que tienen algunos de comunicarse con un mundo vetado al resto de los mortales. Precisamente, es ese sexto sentido lo que combierte a Cole un niño especial; su capacidad incomprendida para ver todo tipo de muertos deambular por el mundo hace que sufra y no sepa como afrontar su vida. Pero, esa no es el único tema de la película, también se adentra en los problemas conyugales y, sobretodo, en la incomprensión infantil. Es muy duro ser un niño; los demás niños siempre buscan tu punto débil para afianzar su autoestima, y los adultos nunca tomarán en serio tus problemas.

Sobre la película en si, decir que se basa en tres grandes aspectos: una historia muy original y muy bien contada, las extraordinarias actuaciones de Bruce Willis y haley Joel Osment, y que técnicamente es perfecta. Night Shyamalan demuestra su gran capacidad para llevar el ritmo de un largometraje, regula la cantidad de información que se le va dando en cada momento al espectador para lograr un ritmo increscendo que finaliza en uno de los mejores finales de la historia del cine. Además tiene un manero sublime de la camara, y unos decorados sencillos pero realmente aterradores.

En esta película Bruce Willis consigue una vez más cerrar los picos de todos aquellos que siguen empeñados en verle como un actor mediocre. Por parte de haley Joel Osment, da pena como no ha podido volver a demostrar el exceletne nivel que mostró para una actuación que será recordada como una de las mejores actuaciones infantiles de la historia del cine.


La otra gran virtud del Sexto Sentido es que evita los sustos fáciles y, a pesar de basarse en una trama sobrenatural, busca un miedo más terrenal.