Woody Allen abandona su Nueva York de toda la vida para tomarse unas vacaciones en la ciudad de la Sagrada Familia y el Parque Well. Le acompañarán en tal inusitada aventura dos jóvenes mujeres con distintas visiones sobre el Amor. Vicky es una chica que sabe muy bien lo que quiere y que en el amor no busca un amor apasionado, sino estabilidad. En cambio, Cristina no sabe lo que quiere y en el amor busca enamorarse apasionadamente. Por desgracia para las dos, en su camino se cruzarán con Juan Antonio, un bohemio artista local.

Echando la vista hacia el resto de la filmografía del afamado director, vemos que lo más peculiar y extraordinario de la película es su localización. Si hay una cosa característica en Woody Allen es su peculiar afición por emplazar sus historias en la Gran Manzana. Aquí, tal vez fruto de ese importante giro en la forma de contar sus historias llevado a cabo en sus últimas producciones; la trama no se localiza en Nueva York, sino en Barcelona. Sin embargo, y a pesar de ese cambio de orientación tanto en la localización como en el planteamiento, mantiene sus sellos de identidad más profundos: la intelectualidad de sus personajes, las enfermedades raras, el personaje histérico, las visitas al psiquiatra (Vicky en una conversación afirma visitar al psiquiatra)...

La película en si, se puede caracterizar como una comedia ligera; es decir, una historia resultona y sin pretender nada más allá de la propia historia. Por tanto, no se entienden las críticas enfocadas a un ansia de mayor profundidad o histrionismo. La trama es bastante ingeniosa el guión aceptable, la fotografía muy bien buscada, y su banda sonora contiene una machacona pero alegre canción principal.

La parte negativa tal vez se encuentre en la ridícula manía del director neoyorquino de intelectualizar en exceso sus personajes, y en una barcelona demasiado bohemizada. Desde luego Barcelona es muy distinta a como es retratada, y la gente tiene unas prioridades distintas al arte y a la filosofía.

Una grata sorpresa resulta un Bardem que hace una de sus mejores interpretaciones, y que logra una extraordinaria química con una Penélope Cruz que vuelve a interpretar el papel de histérica que tan bien se le da. Scarlett Johanson en su sobriedad y buen hacer particular, y Rebecca Hall cumpliendo sin sobresaltos su cometido.