Loable intento del cine canadiense de tratar de mostrarnos las adversas consencuencias de un ambiente opresor en el seno de una familia. En ella, un niño con una sensibilidad especial tiene la desgracia de nacer en una familia compuesta por un montón de hermanos, una madre ultra-religiosa y un padre homófogo, machista, y excesivamente autoritario. En ese ambiente, Zach tendrá que enfrentarse a uno de sus hermanos mayores por la aprobación de su padre. Para eso, se desviará del camino correcto y se embarcará en un viaje que le hará probar los excesos y le creará grandes dudas acerca de su sexualidad.

El relado del niño que crece junto a un padre incapaz de entender sus preocupaciones es un relato que periódicamente se nos presenta en la gran pantalla. En esta ocasión, la historia resulta un exagerado conglomerado de exageraciones y de tópicos que restan bastante realidad a un problema que, efectivamente, es típico en el mundo real.

La película, a parte presenta dos graves problemas; su inconexión y su irregularidad. Fruto de eso es su pesadez y la dificultad de digerir lo que cuenta. Además, su protagonista resulta demasiado oscuro y raro como para poder ganarse el afecto del gran público.

En cuanto a los actores, todos bastante bien exceptuando a un actor principal que destaca por no gesticular absolutamente nada.