Una de las cosas que más llaman la atención de este film, es que en los tiempos que corren alguien trate de demostrar al público las bondades de la liberación sexual. De hecho, salvando las distancias, la línea que sigue este largometraje me recuerda a las cutre-películas que Almodóvar se empeñaba en realizar a principio de su carrera. Para ello, Rodrigo Ortúzar Lynch se sumerge en la vida de unas mujeres que buscan encontrar la chispa sexual que escasea en su matrimonio.

La historia empieza con una exitosa presentadora de televisión que tras un desafortunado accidente ve como el affair que tenía con el dueño de la cadena es puesto a la luz de su familia y de todo el mundo. Luego aparecen las historias de una mujer necesitada de calor sexual casada con un hombre completamente reprimido, de la investigación de dos detecives privados acerca de una infidelidad, y de una mujer que regresa a Chile tras años viviendo en España con la intención de abrir un sex shop.

Esa simultaneidad de historias bien dirigida puede dar lugar a una obra maestra, de hecho el contenido de las historias da lugar a esa posibilidad. El problema viene por una pobre dirección que no consigue entrelazar lo suficiente bien esas historias; lo que acarrea un pésimo ritmo que logra que en algunas fases el espectador se aburra enormemente. Sin embargo, el director acierta enormemente con la tensión dramática de los momentos más duros de las protagonistas.

Del resto se pueden criticar dos aspectos fundamentalmente: las innecesarias doctrinas sobre las causas de la infidelidad, y el personaje de Lucía Jimenez. Sobre el primero, recalcar lo absurdo que resulta explicar explicitamente una cosa cuando lo estas reflejando en la historia que cuentas. Sobre lo segundo, criticar que usen un personaje únicamente para poner a España como modelo de algo en que España no es para nada modelo.

Respecto a las interpretaciones, destacar la frescura de Lucía Jimenez y la impresionante interpretación de María José Prieto.