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Voto de SEÑOR SPINALZO:
7
Comedia. Romance. Fantástico Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer... (FILMAFFINITY)
11 de diciembre de 2011
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody ha vuelto a hacerlo. Nos ha deleitado con otra creación digna de su genio. Pero tampoco debemos extrapolar dicha afirmación, puesto que aunque se trata de un gran divertimento, dista bastante de sus obras maestras. Y posiblemente no aspire a tanto, radicando ahí la honestidad y la frescura de esta película que capta al espectador desde el primer viaje nocturno a ese idílico París de los años 20.

Tras ver la película, queda muy claro que nuestro pequeño director adora París. Es más, el prólogo de tres minutos es más que necesario para entenderlo, ya que nos muestra aquellos lugares más emblemáticos de la urbe francesa, acompañados por el tema “Si tu vois ma mère” del compositor Charles Becket. Dicha elección no es gratuita, ya que el propio Becket, músico de Nueva Orleans, se estableció en París los últimos diez años de su vida debido a su amor por la ciudad. Con todo, falta la fuerza de aquel magnífico prólogo de similar duración que abría su obra maestra “Manhattan” (1979), tanto por la fotografía en blanco y negro, como por la inteligente “voz en off” y el acompañamiento musical de la “Rhapsody in Blue” de George Gershwin.

Tal como es habitual, el protagonista Gil (Owen Wilson) es un escritor que asume a la perfección el rol de álter ego del director, mostrando en casi todas las afirmaciones sobre la ciudad la voz del propio Allen. Pero, además, la película es un canto a la nostalgia, a épocas pasadas que se alzan como momentos irrepetibles de la historia. Es aquí donde entra en escena la importante nómina de artistas e intelectuales, entre los que no faltan escritores (Fitzgerald, Hemingway…), pintores (Picasso, Dalí…), artistas surrealistas (Buñuel, Man Ray…). Es aquí donde la película crea sus momentos más inteligentes y divertidos, pero nunca sin caer en la pedantería.

Los propios portagonistas también participan de esta magia, pero Allen se muestra mucho más preocupado por sus personajes femeninos, destacando el papel de Adriana (Marion Cotillard) que irradia luz en su faceta de musa que pudo inspirar a artistas como Modigliani y Picasso. Sería una ofensa olvidarnos también de las grandes secundarias de la película: la guía del museo (Carla Bruni) o la vendedora de discos antiguos (Léa Seydoux), quienes se muestran con gran química en sus breves apariciones.

En resumen, la película habla sutilmente sobre ciertos mitos universales: el arte, el ideal femenino y la muerte, todo ello en la línea del buen humor, nunca buscando reflexiones agudas dignas de un manual filosófico. En un plano más reflexivo, destacar su desmitificación de los grandes artistas, esos dioses creadores de obras maestras cuya vida privada se mueve en la pura frivolidad. Pero no nos olvidemos que la película es un homenaje a París, situándose entre lo mejor de su exilio voluntario en Europa (su olvidable visión de Barcelona y sus desiguales acercamientos a Londres), pero nunca a la altura de las visiones de su idolatrada Nueva York. Próxima parada: Roma.
SEÑOR SPINALZO
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