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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
8
Drama Umberto Domenico Ferrari es un jubilado que intenta sobrevivir con su miserable pensión. Sumido en la pobreza, vive en una pensión, cuya dueña lo maltrata porque no consigue reunir el dinero necesario para pagar el alquiler de su habitación. Los únicos amigos que tiene en este mundo son una joven criada y sobre todo su perro Flike. (FILMAFFINITY)
29 de abril de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda película que veo del reconocido maestro italiano Vittorio De Sica y segunda gran nota que se lleva, con una reflexión fulminante que se aplica a los tiempos que corremos. Obra imperecedera del neorrealismo italiano en la que De Sica emplea todo su genio sacando al actor Carlo Battisti, dando vida a Umberto Domenico Ferrari, a la calle para exponer la precaria situación de los jubilados cuyas pensiones no son dignas para una vida normal, representando sus crudas realidades a través del antes funcionario Umberto, cuya estancia en una pensión es perturbada por la propietaria al no tener forma humana de realizar los pagos necesarios para mantener su vivienda. A raíz de ello, Umberto es obligado a vivir una aventura acompañado de su queridísimo perro, un ratonero de mirada inteligente, Flike, y una amiga que conocerá gracias a dichas circunstancias, una criada llamada María. Para entender esta película hay que comprender la corriente cinematográfica a la que pertenece, ya que cumple con todos los requisitos de una manera tan elegante como melancólica, reuniendo con absoluta genialidad el estilo propio de la época que rompió con la ola del nuevo cine que irrumpía en Italia sobre la misma época. A raíz de Umberto, se retrata una Italia triste, con más negros que blancos, hambrienta y, generalmente, ambientada en período de posguerra, aspectos que recuerdan salvando las distancias al cine de Luis García Berlanga. La técnica empleada en esta película resulta lo más significativo del movimiento, ya que rueda todo a pie de calle apoyándose en una realidad lo más objetiva posible, cosa empleada también por el cineasta francés Robert Bresson en Pickpocket en 1959, grabada casi a modo de documental sin, obviamente, llegar a serlo. El mensaje principal que contiene Umberto D. y que ha querido transmitir De Sica es, principalmente, una denuncia social contra la precariedad y lo vulnerables que permanecieron sus congéneres al no ser asistidos por los derechos que por ley les pertenecía, entre ellos, una vivienda dignna que no podían conseguir por la baja retibución que adquirían de sus pensiones, absteniéndose de finales felices propios del cine americano y, aludiendo directamente a la conciencia social. La técnica cinematográfica se apoya en el uso de escenarios naturales, sin artificios, como calles o plazas donde la naturalidad se despide por los poros y que es auxiliada por el empleo de tomas más largas para otorgar una continuidad verosímil a la narración, reduciendo en gran cantidad el número de cortes. El peso de toda la película reside principalmente en un brillante guión con diálogos más mundanos que no por ello dejan de albergar los sentimientos vitales para que el mensaje consiga trascender puro al espectador, donde se da una importancia a la figura del hombre (en este caso, Umberto) que se extrapola al resto de las personas situándolo por encima de los bienes materiales, idea proveniente directamente del cristianismo. A nivel interpretativo es una gozada, llevándose Carlo Battisti todo el peso de la película mostrando un gran registro de emociones en su periplo por las calles de Roma y su acercamiento a las desgracias ajenas y personales, y, teniendo un elenco muy reducido, De Sica no necesita más para mostrar la desesperación de un hombre ante las circunstancias que lo inundan. De cierto modo, también se denuncia el trato dado a los perros empleando a Flike como un elemento de bondad y esperanza en el móvil del protagonista,estando los animales muy presentes y aportando interpretaciones de carácter metafórico que ayuda a elevar la profundidad de la trama y sus personajes sobretodo en el primer arco argumental, como es la presencia de hormigas y gatos. La fotografía de G. R. Aldo se compenetra a la perfección con la música de Alessandro Cicognini y que resultan imprescindibles para ahondar en la situación de posguerra y de las calles romanas, acompañando al protagonista durante toda la travesía en alma, moral y sentimiento. El metraje no da la posibilidad de entablar una relación más cercana entre los personajes que encuentra Umberto a lo largo de su odisea personal y el espectador, algo que genera un encanto curioso y, a su vez, un vacío por no saber más acerca de aquellas figuras, por qué están ahí o cuáles son sus intereses y preocupaciones, siendo la interacción con Umberto lo único que nos da indicios de su presente, no así de su futuro o pasado. Los planos generales, muchos empleando semipicados, son muy relevantes por la gran cantidad de elementos que muestra de la escenografía, así como los planos secuencia que siguen al protagonista y abarcando mediante el encuadre otros tantos elementos de suma importancia para el entendimiento de aquello que lo rodea, usando planos subjetivos para enfocar la atención del espectador en un punto concreto que sí o sí se debe apreciar. En resumidas cuentas, es una genialidad de película y una muestra irrefutable del neorrealismo italiano, aunque el último tramo no me ha gustado mucho, odiando el desenlace. 'Cuando trabajaba, estaba desesperado por retirarme. Hoy estoy desesperado por tener un trabajo.' (8.5).
Tiggy
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