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España España · Barcelona
Voto de Gilbert:
7
Drama Relato de los sucesos políticos acaecidos tras la muerte de la princesa Diana. Se centra sobre todo en las conversaciones que mantuvieron la Reina Isabel y el Primer Ministro Tony Blair para llegar a un acuerdo sobre la petición popular de que se celebrara un duelo nacional. (FILMAFFINITY)
4 de abril de 2013
21 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he sido indiferente a la moderna dicotomía monarquía / república. Pero la decadencia de la primera me ha ha hecho decantar definitivamente. Las causas perdidas tienen su encanto. Así que confieso que me he hecho un monárquico de última hora. Pero de una monarquía dinástica y distante, no de esta cursilada al albur de la opinión pública.

Stephen Frears refleja muy bien y sutilmente en esta película, en la monarquía más altiva de Europa, el gran error de las casas reales en la actualidad: hacer gestos de acercamiento al populacho. No hombre, no. Que un monarca se rebaje "a nivel de calle", aunque sea un escalón como en el caso de la reina Isabel II, es echarse definitivamente a perder.

Los reyes actuales en vez de regocijarse de que hayan pasado a ser un objeto decorativo, se siguen absurdamente arrepintiendo de su pasado absolutista, y no paran de rebajarse para hacerse perdonar. No hombre, no. Un jarrón chino si lo pones al alcance de los niños inevitablemente acaba haciéndose añicos. La inaccesibilidad es la clave.

Para esa inaccesibilidad además de la distancia también es necesaria la dinastía. Los presidentes de las repúblicas son más costosos porque dejan el cargo y se acumulan las familias. Los reyes electos (o sea, presidentes vitalicios) sólo hacen que medrar y asesinarse como se demostró con los césares romanos, y los reyes godos.

Pero ante los privilegios absurdos hay que mantener deberes abusurdos: casarse entre ellos aunque te salgan niños subnormales, y no con presentadoras de televisión o jugadores de balonmano de equipos de la turba; vivir en incómodos palacios reales, y no en chaletitos acomodados hasta en falsos nombres palaciegos; conceder audiencias, y no dar comunicados. Y sobre todo no pedir perdón nunca. Un rey abdica o se calla. La corona está por encima del rey siempre, pero como ya no existen reyes monárquicos...

Un rey ha de cazar elefantes en países impensables y calzarse princesas de apellidos imposibles. No sólo es su derecho, es su deber. No ha de rebajarse a hacer de relaciones públicas, y mucho menos a intermediar en negocios. Ha de recordar que es monarca dinástico, y todo lo qu haga será imantado a su familia. Una familia real no se ha de ganar la vida, se le debe dar hecha. Para que no haya decadencia de la institución sus miembros han de llevar una vida decadente.

La modernización de la monarquía tiene un nombre: república. O es antigua, o monarchia delenda est.
Gilbert
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