Película malrrollera que se las apaña para provocar malestar e incomodidad con escasos mimbres. Un par de adolescentes, miembros de la llamada "White Trash" o "basura blanca", descubren en unas instalaciones abandonadas el cuerpo atado de una chica que resulta ser una zombi. Los bajos instintos pueden más que la repulsión y uno de ellos la convierte en su esclava sexual mientras su amigo rechaza la situación.

Desde el principio los dos protagonistas juegan al juego del poli bueno y el poli malo. Los dos resultan antipáticos, pero rápidamente uno de ellos se revela como un ser repulsivo y sin escrúpulos mientras que el otro aparenta tener principios, aunque no sabe bien como usarlos. La aparición de la chica zombi, atada de pies y manos y completamente indefensa, da pie a un sadismo y una pulsión psicopática que solo necesitaban de la ocasión y la impunidad para aflorar. Vale, la chica está muerta, pero sabemos que no hubiera cambiado nada de no estarlo.

El personaje de J. T. intenta justificarse apelando a su condición humilde, que le aboca a un futuro sin oportunidades. Parece que ello le justifica para convertirse en un violador. Ricky, el de los principios, le gusta creer que es distinto pero quizá es que no se ha visto visto en las condiciones apropiadas para saber si es o no como su amigo. Sí, la frustración vital es un duro compañero de viaje. Pero no una justificación para ser un hijo de puta sin moral. Recomendada.