Que el hijo de David Cronenberg pretende seguir el legado de su padre no cabe ya la menor duda. Una especie de corporación dispone de una tecnología que permite a una de sus empleadas introducirse en el cerebro de otras personas para cometer crímenes con fines lucrativos. Pero llega un momento que ya no se sabe quién tiene el control.

Y ese es el problema. El desarrollo de la cinta es prometedor, a pesar de su parsimonia, pero llega a un punto en que las cosas se empiezan a enmarañar y hay que hacer un verdadero esfuerzo para no perder el hilo. Entre la cachaza previa y la confusión postrera nos empezamos a remover en el asiento. Algo no cuaja.

No podemos evitar acordarnos de "Scanners", de papá Cronenberg, esta vez usando tecnología en lugar de súper poderes. No podían faltar las dosis de violencia, solo tres escenas, pero brutales. Y golpean más duro porque son una anomalía dentro del conjunto aunque, al menos, te sacan del letargo. Premisa interesante con desarrollo decepcionante.