Peliculilla independiente de esas que intenta que con menos se consiga más, consiguiendo un resultado algo más que irregular. Un par de colegas que además son cuñados se dedican a pintar las lineas de una carretera que atraviesa un bosque calcinado por las llamas solo unos meses antes. La interacción entre ambos lleva el peso de la película en un 90 %. O más.

Aquí hay una cosa que falla, y es que hasta mediada la película no empezamos a encontrar diálogos medianamente logrados. Porque de eso va la cosa cuando solo hay dos protagonistas durante casi todo el metraje, de hablar. Y al hablar se descubren las penas y vacíos de esta pareja de perdedores a los que se intenta que cojamos simpatía, pero que la tediosa primera mitad hace bastante difícil.

La decepción que supone entrar en la madurez sin haber conseguido conquistar el mundo. Muchas películas abordan este tema y esta es una más. Lleguen bien dormidos si se atreven con ella.