Atípica producción surcoreana, al menos desde el punto de vista de un occidental. En una zona rural comienzan a producirse escabrosos sucesos de los que tiene que encargarse un policía local bastante palurdo y pusilánime. Hasta que le toca de manera directa y tiene que enfrentarse a cosas y fenómenos para las que no está preparado. O sí.

Como buena película de Corea del Sur, el metraje se va a las dos horas y veinte, con lo cual a más de uno se le va a hacer larga. Pero es cierto que se incluyen suficientes elementos, y muy diversos, para que la cosa no resulte demasiado tediosa. Desde una trama policial hasta otra de pura fantasía vinculada a mitología local, pasando por ciertos golpes de humor relativos a la catetez de los policías locales, un gran componente de terror psicológico y una resolución de horror puro.

Hay ingredientes para todos los gustos: para fans de El Exorcista, del cine de zombis, aficionados a los dramas rurales, a las intrigas sobre creencias ancestrales, a los personajes sufrientes colocados al límite o para los entusiastas de la escenificación de la eterna lucha entre el bien y el mal. Si son capaces de adaptarse a al modo de narrar asiático, tener paciencia para soportar las incertidumbres argumentales y pocos prejuicios con todo lo que se les muestra, la van a disfrutar.