El cine ruso de nuevo lo intenta en términos de gran producción y otra vez se estrella contra los mismos obstáculos. Un joven despierta en un mundo extraño que, según se entera más tarde, está compuesto por los recuerdos fragmentados de personas en coma, estado en el que también él se encuentra. Y que quienes allí habitan cuentan con algo parecido a súper poderes.

Nuevamente, como decía, la cinematografía rusa echa el resto en lo tocante a ambientación y puesta en escena, pero deja de lado el guión y los intérpretes. Sabemos que Hollywood es un referente, pero en Rusia aún tienen que aprender que, si vas a tratar de imitar, al menos que no se te vean las costuras en lo de siempre. Y aquí intentan imitar: "Inception" de Nolan en toda la postproducción computerizada; "Matrix" en la historia de superposición de realidades; y toda una gama de películas post apocalípticas en diseño de producción y vestuario. Todo para producir un film completamente plano, sin puntos álgidos, sin mordiente ni emoción y con unos personajes carentes de todo carisma.

En el último tercio se produce cierto giro argumental que debería dejarnos boquiabiertos, pero nos deja completamente fríos, tal es la apatía con que llegamos a este momento. Además, ver al insulso protagonista principal convertido en una suerte de Santiago Calatrava onírico casi resulta cómico. Llegados a este punto, el desbarre de CGI ya es absoluto y por momentos parecemos estar delante de una película de animación en lugar de una de imagen real. De nuevo se aprecia el intento, pero más vale que en Rusia empiecen a pulir sus productos en cuanto a guión y personajes o algunos empezaremos a dejar de mirar al este buscando una alternativa a la repetitiva oferta que los llega de las Américas.