Menudo ejercicio de reciclaje se ha montado Lana Wachowski, pirateando la mismísima Matrix inicial y entregando una plomiza secuela que nadie esperaba ni demandaba. Neo vuelve a vivir en Matrix, gasta las pintas de John Wick y va a psicólogo. Ya no hay móviles de tapa así que salta de un escenario a otro a través de un espejo, como Alicia. Pero todo vuelve a ser un montaje, aunque Neo solo piensa en retozar de nuevo con su novia.

Todo lo que hizo a la cinta inicial un punto y aparte dentro del cine fantástico brilla por su ausencia. No hay prácticamente ni una sola escena que se acerque ni por asomo a lo deslumbrante, y las peleas, tiroteos y coreografías parecen pensadas diez años antes de la propia Matrix. Los personajes secundarios carecen de carisma, en especial ese renovado Morfeo, que progresivamente pierde protagonismo hasta convertirse en una caricatura digital de lo más triste. Todo es un mejunje reciclado sin ni una sola idea nueva u original, nada que no hayamos visto ya en la saga...que terminó hace casi dos décadas. Y están todo el rato hablando, diálogos interminables que pretenden ser profundos pero solo te dejan sumido en la confusión, no se entiende nada. Menos cháchara y más hostias, por favor, que son dos horas y media.

Keanu Reeves será todo lo buen tipo que nos cuentan, pero el pobre se pasa todo el metraje con el mismo rictus en la cara, siempre con la boca a medio cerrar. Debe pensar que su fama de campechano le da carta blanca para no hacer ni el huevo en lo tocante a la actuación. En el otro lado destaquemos la labor de maquillaje de Carrie-Ann Moss, que la hace parecer mucho más joven. Iba a decir que aunque sale poco es la que sale reforzada al final, pero al lado de tronco Reeves hasta un gato de escayola merece un óscar. De tanto reciclar lo que dan es ganas de arrojarla al contenedor, aunque ni al amarillo ni al de orgánico, sino al de "resto".