Tremendo film con montones de capas que ir desgranando, a cada cual más inteligente y reflexiva. Una mujer muere en un accidente ferroviario y su marido, militar destinado en el extranjero, vuelve para hacerse cargo de su hija adolescente. Un matemático superviviente al accidente está convencido, basándose en sus conocimientos de estadística, de que no fue tal, sino un acto intencionado.

Quizá su ambición sea su perdición, y haya quien piense que estamos ante una obra que intenta abarcar demasiado, demasiados temas. Se trata de una película sobre el duelo, sobre como sobrevivir a la pérdida y como nos aferramos a lo inverosímil para darle sentido, pero también sobre como la culpa perpetra el mismo proceso. Ocultas bajo la apariencia de los fríos datos y la racionalidad solo está la emoción y la víscera, algo tan básico y elemental como el deseo de hallar un consuelo que alivie el sufrimiento. Pero también es una película sobre desheredados, de outsiders, de marginados sociales incapaces de mantener una relación normal con sus semejantes, hasta que un objetivo común les une y comprueban que todos podemos dar lo mejor en situaciones límite.

Y además es un fluido thriller, faceta donde quizá más agujeros le encontramos, con esos tiroteos en mitad de la calle sin el menor testigo y sin ninguna consecuencia policial. No todo es un acierto, pero incluso con sus capas menos afortunadas sigue siendo una cinta que rebosa frescura, imaginación e inteligencia. Cine que además de entretener hace pensar y reflexionar. Y desde ya, ahora sí, lo llevaba rumiando un tiempo, me declaro fan del producto audio visual danés.