Thiller sueco que no consigue quitarnos de la cabeza lo visto en producciones usamericanas del mismo palo. Una pareja que atraviesa un bache en su relación se regala unas vacaciones en un paraje nevado en mitad de la nada. Durante la noche empezarán a verse acosados a tiros por unos individuos no identificados con los que tuvieron un desencuentro previo. Al menos eso parece.

Como digo, el punto de partida es como de peli yanqui de rednecks, con sus tipos con pinta de palurdo en plan grosero haciéndoselo pasar mal a nuestros dos jóvenes urbanitas. Se producen algunas incongruencias como que van a ver la aurora boreal pero se quedan en la tienda mientras tiene lugar; o que hace mucho frío pero el hielo del lago se resquebraja con pisarlo, y se rompe solo por donde lo exige el guión. Hasta ahí parecemos estar ante un survival helado, subsección cacería humana, y transcurre sin pena ni gloria. Entonces, llegado el último tercio, se produce el quiebro de cintura.

En la mejor tradición de "lo hago saltar todo por los aires aunque nada de lo que venga a continuación tenga que ver con lo visto previamente", nos cambian de tercio. El "nada es lo que parece" cobra una nueva dimensión. El guionista se cree que puede plantear una película nueva, sin apenas asideros con lo visto hasta ese momento, con total impunidad y sin que torzamos ni una ceja. La torpeza del guión para presentar la nueva situación es soberana; nada se nos había avanzado, nada vimos que nos hiciera recibir semejante giro con algo que no sea un "what the fuck!". Como si fuesen víctimas de invasores alienígenas, o estuvieran en un reality show, o como si todo fuera un sueño de Antonio Resines. Así de colosal es la trampa, y nos la cuelan con total desparpajo. Qué caraduras.

Bastaba con que nos hubieran construido mejor el carácter de los dos protagonistas, definido mejor esas aristas que nos hubieran hecho encajar mejor el por qué les pasa lo que les pasa. Y no soltarnos la revelación mediante una visiones absolutamente ridículas que no se sabe de donde salen ni por qué. Nada había que nos hiciera pensar en un trauma de ningún tipo hasta que el guión decide a bocajarro que tenemos que aceptarlo. Así, la presunta fuerza de su final pierde tanto fuelle que es incapaz de levantar la función. Adiós y hasta otra.