Indigesto producto ruso que intenta combinar una leyenda brujeril eslava con la dinámica de películas de fantaterror juvenil como It. En una colonia de viviendas de lo que parece el extrarradio de una gran ciudad, hace acto de presencia una entidad que consigue llevarse a los niños haciendo que sus allegados les olviden. Un joven, su vecina y un macarra del colegio se unirán para hacerle frente.

No hay por donde cogerla, seamos claros desde el principio. Nos tienen que hacer una introducción antes de entrar en materia para que nos enteremos de quien demonios es Baba Yaga, y ni aun así nos queda claro qué es lo que busca o cuales son sus fines últimos. O quizá es porque la película es tan tediosa y tan carente de sentido del ritmo que uno desconecta sin darse cuenta, y para cuando quiere retomar el hilo ya es tarde. Los actores, seguimos con la misma turra cuando de cine ruso se trata, apenas transmiten nada, y el problema se acrecienta cuando se trata de niños. Pero es que los adultos parecen, no se, sedados. Y hay volantazos argumentales que no hay quien se crea, como ese inicio de subtrama de bullying que luego se diluye en una alianza inverosímil en pos de hacer pandi, y que la cosa se parezca algo a la citada It.

Como no podía ser de otra forma en una película mediocre como esta, se abusa de los sustos, y se sobrecarga la estética general con iluminación muy saturada de filtros azules y naranjas. No hay ni tensión ni escenas que se acerquen ni por asomo a algo parecido a un clímax. Es plana como una meseta y su resolución se presencia con apatía y desgana. Ni siquiera algunos recursos visuales medio logrados logran elevar el tono vulgar general. No pierdan su tiempo con ella.