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Voto de KlingonCome:
7
30 de diciembre de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cinta polaca en la que se cuenta cómo el menosprecio y la condescendencia a veces crean monstruos, a lo cual ayuda una tendencia natural un tanto insana. Un joven de, digamos, clase no muy alta, con un particular talento para la mentira y el engaño, se ve excluido de los círculos sociales elevados que anhela transitar, por lo que decide desatar su ira sembrando el caos en las redes sociales.
Aunque al principio nos retratan al protagonista, Tomek, como alguien víctima del desdén de quienes aparentan tenerlo todo, pronto se descubre que las cosas en su azotea no están del todo ordenadas. Una cosa es la natural frustración de verse ninguneado, de tener que acompañar con trampas su propio esfuerzo para lograr lo que otros obtienen casi por nacimiento y sin casi sudar. La huida sin retorno que emprende le lleva a explotar su habilidad para el engaño justo en un mundo en el que ser falso se premia. Un mundo poblado, además, por gentes deseosas de ser engañadas si con ello se confirman sus prejuicios. En ese sentido, la película es devastadora, una brutal radiografía de la sociedad de la post verdad en el que el más pillo y el que menos escrúpulos tiene se lleva el gato al agua.
Como espectáculo audiovisual es como más flaquea, ya que narrativamente resulta algo plana y sus dos horas y cuarto se antojan excesivas. El actor principal, aunque tiene sus buenos momentos, a veces peca de demasiado pétreo, lo cual, eso sí, refuerza el carácter raruno de su personaje. Algunas licencias de guión, imprescindibles para que todo cuadre (la subtrama del vídeo juego es lo más flojo), son un tanto inverosímiles dentro del contexto realista general. Pero el último plano de Tomek, en la última escena, es aniquilador y despiadado. Lo cuento en spoiler.
Aunque al principio nos retratan al protagonista, Tomek, como alguien víctima del desdén de quienes aparentan tenerlo todo, pronto se descubre que las cosas en su azotea no están del todo ordenadas. Una cosa es la natural frustración de verse ninguneado, de tener que acompañar con trampas su propio esfuerzo para lograr lo que otros obtienen casi por nacimiento y sin casi sudar. La huida sin retorno que emprende le lleva a explotar su habilidad para el engaño justo en un mundo en el que ser falso se premia. Un mundo poblado, además, por gentes deseosas de ser engañadas si con ello se confirman sus prejuicios. En ese sentido, la película es devastadora, una brutal radiografía de la sociedad de la post verdad en el que el más pillo y el que menos escrúpulos tiene se lleva el gato al agua.
Como espectáculo audiovisual es como más flaquea, ya que narrativamente resulta algo plana y sus dos horas y cuarto se antojan excesivas. El actor principal, aunque tiene sus buenos momentos, a veces peca de demasiado pétreo, lo cual, eso sí, refuerza el carácter raruno de su personaje. Algunas licencias de guión, imprescindibles para que todo cuadre (la subtrama del vídeo juego es lo más flojo), son un tanto inverosímiles dentro del contexto realista general. Pero el último plano de Tomek, en la última escena, es aniquilador y despiadado. Lo cuento en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cuando, ya consumada "su obra", ve rotos a sus tíos, a los que tanto quería ver castigados, no puede evitar una ligera mueca de triunfo. Hasta que su tía, hecha un mar de lágrimas, le mira. Y súbitamente, recuerda que la comedia sigue, tiene que seguir mintiendo y engañando, porque eso es lo que le funciona, con lo que consigue sus objetivos. Y tenuemente, fuerza un gesto de tristeza y pesar, más falso que Judas, pero ya no hay vuelta atrás, esa es su vida. Es el triunfo del psicópata que ha utilizado las armas de la propia sociedad para sacudirla violentamente y salir triunfante. Absolutamente inhumano.