Nueva vuelta de tuerca al episodio del bucle temporal con estética añadida de vídeo juego. Un militar de élite revive una y otra vez el mismo día, que siempre finaliza del mismo modo: su propia muerte. Tras un insufrible número de repeticiones logra dar con una pista pata intentar salir del embrollo, relacionado con una especie de colisionador de hadrones capaz de destruir el mundo.

Viene a ser más o menos lo mismo que "Edge of Tomorrow" (2014) por aquello del bucle temporal en el que el protagonista aprende de cada intentona para hacerlo mejor que la vez anterior. A esto le añadimos una ristra de asesinos que parecen salidos de la saga "John Wick" y ya tenemos menú. La estética de vídeo juego le va al pelo a la historia -quién no ha intentado superar un nivel chungo una y otra vez, hasta que al final lo superas con la gorra-, mejor incluso que a la cinta de Tom Cruise. Porque además se toma a coña a sí misma en una apuesta desenfadada y auto paródica, pero resultona, que navega en una permanente hipérbole.

El plano técnico es uno de sus puntos flacos, con un CGI que por momentos parece, en efecto, más propio de un vídeo juego. El presupuesto es la gran diferencia con la peli de Cruise. Los actores cumplen en lo que es una obra menor que no existe más que para distraer y divertir. Frank Grillo se hace con la pantalla como protagonista absoluto. Le sobra presencia y carisma para este tipo de papeles, aunque no sea el mejor actor de la galaxia. El pobre Mel Gibson parece que a estas alturas se tiene que conformar con estos papeles secundarios que no roben demasiados minutos a la estrella que, hasta no hace tanto, era él mismo. Y Naomi Watts pues ahí está, poniendo cara de preocupación todo el rato aunque no sepa explicar bien en qué narices anda trabajando. Mención aparte tener a Boston en la banda sonora, un gustazo. Diversión sin pretensiones, así que a disfrutar.