Como verá el destino no nos alcanzó, aunque oliendo el tofú y algunas otras “delicias” veganas, o viendo la lamentable presencia que muestran ciertos alimentos precocinados, a veces dudo si no habremos ya alcanzado, el “Soylent Green”.

La mala uva y los malos chistes aparte, “Soylent Green”, es una cinta que tiene algunos buenos argumentos a su favor, entre ellos no podemos obviar que en ella se produce la última aparición de Edward G. Robinson, y aún reconocemos entre la pantalla su majestuosa y eficaz presencia. Otro de sus aciertos lo hallaremos en su magistrales títulos de presentación; en los que entre un in crescendo musical se nos despliega en imagines el deterioro de la sociedad moderna, sí; en su día era moderna, como siempre es moderno lo actual en cada actualidad; por eso lo importante nunca es lo que está en la modernidad sino lo que alcanza la intemporalidad; y creo que esta película no logró alcanzarla, en fin; que la noto envejecida.

Por lo demás, sin mucha convicción, nos imbuye, muy de pasada, en un debate moral sobre cómo se debe controlar la población o hasta qué punto se puede llegar para ello; y si incluso, para ello, se ha de fomentar la eutanasia. El resto; sólo es una trama detectivesca, muy al estilo de los setenta, en la que no se hallan las respuestas que se buscan. Aunque a veces éstas sean sorprendentes.