Quién no ha utilizado alguna vez esa expresión: “Los últimos de filipinas”, seguramente de manera incorrecta por una total ignorancia de su origen y su significado. Hablo por mí, pero no creo ser la única. Esta película era una oportunidad de contar una parte de la historia de España que no sea la guerra civil. Y es una oportunidad que han desperdiciado. Entiendo que en una película se tomen ciertas licencias, pero aquí las licencias deberían haber sido mínimas, e intentar hacerla de la manera más fiel a la verdad.

La película empieza bien, pero luego empieza a desviarse, a inventar personajes que no existieron pero se les da una importancia en la trama que es mentira, y cuentan situaciones que tampoco ocurrieron. Cuanto más ficticia se hace la historia, menos interés genera. Una pena.

Y mención especial hay que hacer a la vocalización de los actores. A excepción de Javier Gutiérrez, al resto no se les entiende nada al hablar. Cómo pretenden que me entere de los diálogos si parece que hablan con la boca llena de pan. Señor Tosar, Señor Ejalde y Señor Fernández, son ustedes ya veteranos y deberían haber aprendido a vocalizar para que el espectador comprenda lo que dicen.

Sinceramente, prefiero la versión de Los últimos de Filipinas que apareció en la serie El ministerio del Tiempo (Temporada 2, capítulos 15 y 16).