Para empezar, el tema de que sea un musical. A mí los musicales ni me gustan ni me disgustan. Si las canciones están bien y están bien integradas en la trama, pues sí. Si pasan más minutos cantando que hablando y las canciones no me acaban de gustar, pues no. En esta película las canciones no me entusiasman pero tampoco me molestan. Alargan de más el metraje, eso sí.
Lo siguiente más importante: alguien por favor podría decirles a los directores de reparto o a quienes sean que contratan a William Miller que ese señor no funciona. Cada vez que habla da dolor escucharlo, tan sumamente artificial. Además es que tiene la mala suerte de estar rodeado de actores y actrices que tienen una naturalidad en cada personaje que interpretan, que en comparación él sale muy mal parado. Este señor ya me ha arruinado con su presencia una serie (“La que se avecina”, qué mal me ha sentado saber que ahora forma parte del elenco regular de la serie). Que un tío sea extranjero y alto no lo hace automáticamente buena elección para un personaje de seductor de vida alegre. Alguien podría decirme que también es guapo: primero, a mí no me lo parece ni un poquito; segundo, sigue sin ser razón para darle un personaje.

El resto de actores trabajan muy bien, ya lo he dicho. Lo de cantar ya es otra historia. Inma Cuesta y Andrea Duro son las únicas que lo hacen bien, el resto no tanto. Lo de aprender algo de canto y baile es una asignatura pendiente de los actores y actrices españoles.

Y luego la historia es poco novedosa, copiada de tantas películas estadounidenses en las que un grupo de personajes, en este caso muy reducido (6) como para ser creíble, se interelacionan de una manera u otra para estar todas las mini tramas conectadas. Y que se formen dos parejas como consecuencia de un embarazo sorpresa en una misma película resulta muy repetitivo.

Hacia el final se aligera un poco, y se deja ver.