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Voto de Felipe Critic:
10
Thriller. Drama Steven es un eminente cirujano casado con Anna, una respetada oftalmóloga. Viven felices junto a sus dos hijos, Kim y Bob. Cuando Steven entabla amistad con Martin, un chico de dieciséis años huérfano de padre, a quien decide proteger, los acontecimientos dan un giro siniestro. Steven tendrá que escoger entre cometer un impactante sacrificio o arriesgarse a perderlo todo. (FILMAFFINITY)
30 de mayo de 2018
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá del relato de perdida, venganza y repulsión que construye, lo que es tan único y potente de Lanthimos es su poder para relatar fabulas poéticamente atroces, un tipo de narración que dista mucho, mucho del prototipo acostumbrado actualmente en las grandes pantallas. Ya lo hacía con su trabajo previo y ahora lo corrobora con “The Killing of a Sacred Deer”, ideas peligrosas y miradas sin anestesia embellecidas con peculiares análisis sobre la mentira, la justicia, el indulto y el rencor; clavando el dedo en la llaga de muchos cinéfilos conservadores que describen este tipo de planteamientos cinematográficos como ostentosos, ambiciosos y vergonzosamente voyeristas. Solo con el primer encuadre seleccionado por el cineasta para abrir el filme se expresa el sentido global de la obra, lanzando sin censura y a pleno color una cirugía a corazón abierto, con chirriantes resonancias como única ambientación, un arranque perfecto. Al mismo tiempo, inicia el difícil trayecto que progresivamente nos hunde, junto con los personajes, en un infernal espiral de místicas degeneraciones que acaecen en las vidas de postal de dos exitosos pero frívolos médicos estadounidenses, una oftalmóloga y un cirujano cardiovascular, y es aquí en donde el conflicto entra a jugar como un componente importante. Muy pocos cineastas han explorado el mundo medico desde un perspectiva tan siniestra, atractiva a la vista de los más curiosos, levantando su historia sobre el dilema de qué podría suceder si voluntaria o involuntariamente un ser humano comete un error al salvarle la vida a otro, todos somos mortales y por lo tanto estamos propensos a que el mas mínimo yerro destruya nuestro mundo, nuestra vida. En un contexto más realista, ínfimas son las opciones de que un caso de estos pase de la mano de la justicia gubernamental a la justicia a mano propia del afectado, sin embargo, es precisamente ese el por qué su cine es tan atractivo, pues intenta imitar realidades, convertirlas en ficción y presentarlas como nuestros reflejos, unos visuales, otros intrínsecamente escondidos. Sugerir finamente que todo lo que se muestra en escena no es explícitamente todo lo que se nos quieren decir permite que el espectador inicie un estudio rápido pero mucho más profundo de la conexión entre las imágenes, poniendo en duda de cada línea que salga de la boca de cualquier personaje, cada decisión, cada distracción, un juego en el que el espectador debe ser más avispado. Junto a “mother!” de Darren Aronofsky, “The Killing of a Sacred Deer” posee uno de los guiones más locos, simbólicos y viscerales, en el mal y buen sentido de todas las palabras, de la última década, estupefacción garantizada.

Barry Keoghan ha dado con un personaje complejísimo, lleno de matices, capas representadas por medio de monólogos que el actor verbaliza de manera tan natural como perturbadora, la frialdad de su hirviente odio es lo que convierte su interpretación en un fabuloso triunfo, hay sinceridad y profundidad en su actuación, es tal el poder de su rango dramático que con tan solo un con un par de líneas y una “asqueroso” plato de espaguetis petrifica a un teatro entero, un performance visceral.

El bárbaro apartado visual de Thimios Bakatakis debía manejar las mismas cotas de brutalidad y extrañeza que el enigmático guion, sinceramente, lo supera con holgura. El cinematógrafo extiende los mensajes a través de una línea fina y agresiva de cuadros simbólicos, desde los más arraigadamente dramáticos hasta aquellos descaradamente violentos; la cámara repta ásperamente por hospitales, onerosas casas, cafeterías e inquietantes sótanos, utilizando tomas extensas para alimentar la imparable tensión mediante tilts y travellings que acompañan en todo momento a los personajes, logrando incluso que el espectador se ponga un escudo para cada escena, está intranquilo y asustado de lo que puede suceder con cada cambio de escena. Como un todo, la composición artística es de primer nivel, metafórica y rebosante de mensajes que brotan de los colores, cada vez más oscuros e indiferentes; la luz juega un rol fundamental en el filme, enfatizando sutilmente un impacto tan sencillo como vivaz que se te queda grabado en la cabeza mucho tiempo después. En los momentos aparentemente menos significativos, por ende más pacíficos, las imágenes son delicadas pero tenuemente bañadas por una mala vibra, sin embargo, en la secuencias en donde el desquicio argumental prima, las imágenes adquieren un valor mucho más revelador gracias al inmejorable trabajo del grupo de arte y producción liderado por Daniel Baker, las escenas más crudas y expresivas se pintan con elegancia y delicada mesura para nunca caer en lo burdo y pesado, la cinematografía potencia el mal agüero que trasmiten los colores y las hitchcocknianas melodías de su acertado soundtrack, las diferentes canciones embelesan y endurecen cada uno de los elementos anteriores; una cinta que te deja en shock por el lado que la quieras ver, una maravillosa pesadilla.

Turbadora, exultantemente cruel y difícil de ver y olvidar, “The Killing of a Sacred Deer” de Yorgos Lanthimos es su película menos fantasiosa en términos de configuración visual, sin embargo, la descarnada y excéntrica exposición de sus ideas y el arraigado significado metafórico de las mismas son pilares en este rabioso relato sobre el karma, la moral, la venganza y la humildad, ahogando los límites de tolerancia del espectador, provocando disimiles resultados en cada experiencia, en la mía, una maldita obsesión por conocer más de este inclasificable griego. Rápidamente, el realizador moldea su filmografía sobre bases metafóricas, con ideas esotéricas y complejas que perfilan una obra cáusticamente imborrable. Sin duda, la segunda película, narrativa y visualmente, más polémica, perversa y atroz del 2017.
Felipe Critic
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