Haz click aquí para copiar la URL
España España · Bilbao
Voto de badseed:
1
Thriller. Drama. Terror A una mujer (Jennifer Lawrence) le pilla por sorpresa que su marido (Javier Bardem), un escritor en pleno bloqueo creativo, deje entrar en casa a unas personas a las que no había invitado. Poco a poco el comportamiento de su marido va siendo más extraño, y ella empieza a estresarse y a intentar echar a todo el mundo.
2 de octubre de 2017
451 de 651 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien revise mi historial de votaciones, comprobará que no soy en absoluto un detractor de Aronofsky, más bien al contrario. Hubo un tiempo en el que vivía el estreno de sus películas como un acontecimiento, habiendo cantado alabanzas a sus obras, tanto cuando el entusiasmo era compartido (Réquiem por un sueño) como cuando mis loas parecían alzarse solitarias en el desierto (La fuente de la vida). Si bien es cierto que mi adhesión a su cine fue perdiendo vigor a partir de El cisne negro, y que no encontré en Noé nada de lo que me había hecho caer prendido de su filmografía, seguía siguiendo su carrera con interés. Hasta ahora. Porque madre! ha hecho que pierda, puede que definitivamente, todo el respeto que tenía por este autor.

"Autor" Palabra clave cuando tratamos de desgranar los impulsos creativos de Aronofsky. Y es que no puede negarse que el cineasta de Brooklyn sea el paradigma de lo que encumbraban los críticos del Cahiers, aquellos que exportaron al mundo el vocablo "auteur", convirtiéndolo en la mayor expresión de virtud con la que se podía definir a un cineasta. Su teoría sobre el cine no carecía de fundamento, pero convertirla en dogma grabado en piedra fue un error que a punto estuvo de arruinar el ejercicio de la crítica cinematográfica si no hubiera sido por algunas voces lúcidas que entendieron que la autoría no es, nunca fue, un valor en sí mismo.

La obra de Aronofsky, desde sus inicios, tuvo una gran vocación autoral, pero, quizás porque no había alcanzado la seguridad, el ego, del que hace gala hoy en día, esta ambición quedaba equilibrada por un gran oficio y dominio de la narrativa y los mecanismos emocionales. Y es que, desde que el cine es cine, su objetivo universal no ha sido otro que emocionar ("cinema" viene de "kinema", movimiento en griego; y no se refiere simplemente a las imágenes en movimiento que conforman una obra cinematográfica, porque... ¿qué es la emoción sino un movimiento interno que nos lleva de un estado a otro?), y sus primeras películas cumplían con creces con ese propósito (¿A quién no le ha embargado una profunda congoja al contemplar la última secuencia de Réquiem por un sueño?). Hay quien dirá incluso que pecaban de manipuladoras, haciendo especial incapié en los subrayados musicales a cargo del Kronos Quartet. Pero, a medida que Aronofsky se iba emborrachando con la adoración de su audiencia (cosa de la que es perfectamente consciente, como puede verse en su alter ego, interpretado por Bardem en la película que nos ocupa), la autoría iba consumiendo su obra, lastrándola con cada vez más carga alegórica - no deja de ser paradójico que sus películas más simbólicas y discursivas hayan sido precedidas por sus películas con mayor aceptación de crítica y público (Réquiem llevó a La fuente y Cisne negro a Noé)- hasta que ha sucedido lo inevitable; un filme que únicamente cobra sentido como alegoría.

No soy contrario, ni mucho menos, y mis gustos cinematográficos así lo corroboran, a las películas en las que la simbología ejerce un papel fundamental. De hecho opino que gran parte de lo que separa el arte del objeto de consumo es su valor como alegoría. Pero nunca hay que olvidar que el cine, desde sus orígenes de vodevil, se debe a su público. No es una herramienta onanista para disfrute únicamente de sus creadores y cierta élite intelectual, o aún peor, pretendidamente intelectual. Y para que una obra tenga valor, la alegoría debe ir tejida entre la urdimbre de una historia, unos personajes con motivaciones, al servicio de una trama que sigue una lógica interna y para nada caprichosa. En definitiva; una narración. Aronofsky ha demostrado tener talento de sobra, y su dominio de los resortes de la narrativa es incontestable, pero con su última película parece decirnos que él está por encima de todo esto. El gran creador se aburre en su torre de marfil, y está harto de complacer las demandas mundanas de su público.

Pero Aronofsky parece haber olvidado un principio básico de la física; cuanto más alto esté el pedestal del que caes, más traumático será el momento en que te encuentres con el suelo. Y esta vez el batacazo ha sido terrible.

madre! es, desde la exclamación de su título y la negación de la mayúscula inicial, una obra cargada de pretenciosidad. Infumable hasta el extremo, pero no tanto irritante -eso sería claudicar ante su creador y admitir que ha tenido algún efecto en este espectador- Quiere ser provocadora, pero tras esa ambición transgresora sólo existe vacuidad y, personalmente, sólo me provocó hastío. En el lugar donde debería haber personajes, sólo existen símbolos. En lugar de historia, sólo hay parábola. Hace gala de un vergonzoso didactismo panfletario, de un discurso agresivo a la par que inmaduro, bobo, y se envuelve en él para ocultar su desnudez, igual que el emperador del cuento.

Hace un tiempo que vengo utilizando una metáfora de mi invención para definir a cierta corriente de la crítica actual, hiperreflexiva y ultradiscursiva que suele coincidir con aquellos que utilizan el análisis cinematográfico como arma ideológica, no son capaces de ver otra cosa que subtexto, equiparan arte y activismo y niegan cualquier influencia de la intuición, la casualidad o el simple instinto, sobre la creación. Me gusta compararles con alumnos de biología, abriendo el vientre de las obras que analizan sobre sus mesas de disección para desentrañar sus misterios. Y sí, pueden llegar a comprender cómo funciona un organismo analizando la disposición y objeto de sus distintos órganos, pero el misterio... eso es otra historia. En el misterio está la belleza, la poesía, el aliento vital. Y sólo alcanzaremos a estar cerca de ese misterio cuando observamos la obra en movimiento, respirando, viva. Para diseccionarla, primero hay que matarla. Y eso es lo que pasa con esta película; que sólo tiene sentido en cuanto a objeto destinado a la disección, ya que ha nacido muerta.

Diseccionémosla entonces:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
badseed
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow