De 1950, es original tanto por su propuesta como la forma en la que la ofrece. El pulso narrativo es magnífico, la tensión constante, te atrapa desde el principio y crece hasta un buen final. Tenemos a un Richard Widmark un doctor tozudo que sabe a lo que se enfrenta, un complemento en esta historia un policía Paul Douglas al que vas apreciando conforme pasa el metraje y un Jack Palance uno de los malos por excelencia del cine, parece hecho para este tipo de papeles. Gran cine, un placer.