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Chile Chile · Santiago
Voto de Guason:
6
Drama Durante el primer curso en la prestigiosa universidad de Harward, una joven (Christina Ricci) tiene que enfrentarse a una profunda depresión. (FILMAFFINITY)
27 de abril de 2019
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Prozac nation, desde que me percaté de su existencia hace años, fue siempre una película que captó portentosamente mi atención. Desde su título sugerente, su reparto (incluyendo al mismísimo Lou Reed), su premisa prometedora de alto nivel dramático me hicieron tenerla en especial consideración dentro de la eternamente creciente lista de espera, propia de cualquier aficionado al cine. Sin embargo, mala valoración generalizada me empujó a mantener su postergación por varios años. Hasta ayer.

Y es que por sobre todos los otros elementos que constituyen el atractivo Prozac Nation, emerge preponderante su tópico que crece en contingencia año a año, tanto en EEUU como cualquier país émulo o aspiracional en cuanto a la exigencia desarrollista para con sus sociedades, en donde el siempre voraz deseo de alta optimización del rendimiento recae especialmente en el sistema de educación superior. Los suicidios, a veces de forma epidémica, lo que se conoce como 'suicidio contagioso' o efecto werther, en los campus de Estados Unidos son ocurrencias de cada año, y en ese mismo país, según un estudio nacional realizado expertos de la Universidad de Pittsburgh de 1994 a 2006 (cinco años después del estreno de la película) aumentó de un 7% a un 23% la cantidad de estudiantes consumiendo medicación psiquiátrica. Hoy la cifra a todas luces debe ser mayor, y eso es extrapolable a muchos otros países. El estar dentro de una universidad, especialmente una esclavizada al prestigio de la excelencia, acarrea usualmente la vivencia de crisis identitarias que hacen, y así fue en mi caso, lacerante y atingente la pregunta fundamental de la película: ¿hasta qué punto se puede valorar la extremación del rendimiento si en su reverso se revela un sujeto prosternado a su propio aniquilamiento?

Lo que podría constituir el aspecto más controversial de Prozac Nation está lejos de ser la puesta en escena de la autodestrucción física y mental de su protagonista, cristalizado en los usuales tropos de abuso de sustancias y erosión de la afectividad, sino su propuesta de llevar su delicado tópico hacia una instancia de consumo más bien 'pop', ligera. Pero yo creo que eso, hasta cierto punto, constituye el inicio y el tope más bien de una incipiente valentía (y virtud) y el principal error está precisamente el no llevar su original atrevimiento a la exploración de lleno en el tema que le compete y le da su razón de ser, que como hemos sugerido, el contexto actual la justifica, y necesita, plenamente. Su error no es tratar un tema sensible de forma controversial, es el no haber asumido en toda su extensión que ese era en efecto el espíritu que la animaba.

Fuera de los persistentes errores en el raccord, reveladores quizá de un espíritu escurridizo de corrección estilísitca, se aprecia una propuesta, a ratos, sensorial en la aproximación formal de Prozac Nation, como en la inclusión de elementos como el dolly in zoom out. Buscar reflejar la vivencia desde la esfera sensorial es del todo pertinente para diseccionar a un personaje, y a la narrativa que gira en torno a ella, que se gatilla dramáticamente desde la sensación específica que genera el habitar un espacio con las características de Harvard. El error viene desde su problema de raíz, es decir, merma su propia búsqueda al delegar su motivo dramático real de trasfondo (no vemos salas de clases, profesores, tiempos agitados de desplazamiento en los salones, pasillos, escaleras, cúmulo de tareas apilándose monstruosamente, rodeando el espacio vital; todo lo que se podría esperar del suplicio en cuestión) como dato, y deja toda la representación del aniquilamiento del sujeto en un estrado genérico. Si no supiéramos, muchas veces por el recurso de la voz en off, o de los diálogos, que efectivamente todo transcurre en- y por- un espacio universitario, la tensión dramática y su dosificación visual bien podría ser causado por cualquier otro motivo o circunstancia. Y es más, la dimensión del trauma familiar debió haber ocupado la posición de trasfondo, en vez de disputar el corazón narrativo de la película, a pesar de los buenos momentos que se logran cada tanto. La sobredramatización de las interpretaciones, y el forzamiento de situaciones azarosas, buscan suplir la exploración que queda abandonada en un medio camino. Cuando quizá la intensidad dramática más fidedigna a su tema vendría del silencio, del tiempo muerto en el que la angustia crepita hasta clamar el despropósito absoluto y ensordecer la innata necesidad de creer en la vida.

Todo parece indicar que tal como yo, y mi generación, un gran influjo de personas seguirán siendo acarreadas a transitar por el mundo de la educación superior, con sus eventuales cualidades, ventajosas y perjudiciales. También las circunstancias citadas al principio nos llevan a esperar que la pregunta que anima la existencia de Prozac Nation, y de esta reseña, seguirá ocupando un lugar cada vez más gravitante, por lo que es justo seguir poniendo atención a aquellas películas, que como ésta, están intentando llevar ese difícil cuestionamiento (por más blandas, tentativas o tímidas que puedan ser sus respuestas) a la palestra de una sociedad que vive presa de las mistificaciones del esfuerzo, el éxito y el fracaso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Guason
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