Se trata de una colorida y abigarrada película. Barroca, tal como otras realizaciones de Terry Gilliam, quien parece regocijarse en lo recargado de las imágenes. Con un grandioso despliegue de imaginación visual, pero que puede llegar a agobiar a los no avisados. Destacable su visión "retro futurista", como si alguien, desde los años 50 se hubiese imaginado nuestro mundo tecnológico de hoy, pero ignorando la existencia del transistor, del chip y de otros tantos adelantos. El resultado es sorprendente y muy artístico. Sobresaliente el clima onírico que envuelve a toda la película, a veces en clave de sueño, pero a veces con auténtico sabor a pesadilla. Es todo un espectáculo, que inunda los sentidos. Es imposible absorber todas las informaciones, referencias y simbolismos a la primera. Dato curioso: aunque sea como ejercicio, sugiero que vean "El Proceso" de Orson Wells. Posiblemente descubra (como yo) algunas similitudes más que notables, incluso algunas tomas literalmente copiadas. Pero eso no le resta méritos a esta artística película.