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Voto de Corightly:
8
6,4
2.812
Serie de TV. Romance. Comedia. Drama
Una pareja, ambos apasionados de la gastronomía, tienen una cita tras contactar a través de una app para amantes de la comida. Los dos comienzan a conocerse, con las dudas típicas de los primeros pasos de una posible relación, visitando diversos restaurantes, con la incertidumbre del presente y el recuerdo de las heridas sentimentales causadas por relaciones anteriores. El sabor amargo de una relación puede durar mucho tiempo, pero ... [+]
24 de enero de 2020
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la era de la sobreinformación en internet, yo me entero de esta serie gracias al marketing de antaño: los carteles del metro de Bilbao.
¡Anda! ¡No sabía que Isabel Coixet ha dirigido una serie para HBO!
Parejita hipster, cartel de neon y nombre cool. Esto hay que verlo.
Me atrapa desde el primer capítulo con sus diálogos lentos e intensitos y su cafetería cool-tureta. Sin duda será criticada por retratar una realidad elitista, en la que sus personajes cogen aviones y beben sake con la cotidianeidad de un lunes cualquiera, pero, qué quieres que te diga, desde la cotidianeidad de mi lunes con tortilla francesa y chándal, esta serie me hace toda la gracia.
Se nota que está hecha con mucha inteligencia y cariño. Y da mucha hambre. Le da un protagonismo a la comida nunca antes visto, hasta el punto de parecerme injusto que EL ramen no salga en los créditos iniciales con nombre y apellidos. Pero ojo, su aproximación a la comida no es descriptiva ni educativa. La comida tiene un papel protagonista perfectamente integrado en la historia pero no vas a aprender a cocinar. Sólo vas a sentir mucho placer observando cómo se fríen unas gyozas o cómo se vierten los ingredientes sobre los hielos de un cocktail. ¡Qué gustazo! Y qué hambre y qué sed.
¡Anda! ¡No sabía que Isabel Coixet ha dirigido una serie para HBO!
Parejita hipster, cartel de neon y nombre cool. Esto hay que verlo.
Me atrapa desde el primer capítulo con sus diálogos lentos e intensitos y su cafetería cool-tureta. Sin duda será criticada por retratar una realidad elitista, en la que sus personajes cogen aviones y beben sake con la cotidianeidad de un lunes cualquiera, pero, qué quieres que te diga, desde la cotidianeidad de mi lunes con tortilla francesa y chándal, esta serie me hace toda la gracia.
Se nota que está hecha con mucha inteligencia y cariño. Y da mucha hambre. Le da un protagonismo a la comida nunca antes visto, hasta el punto de parecerme injusto que EL ramen no salga en los créditos iniciales con nombre y apellidos. Pero ojo, su aproximación a la comida no es descriptiva ni educativa. La comida tiene un papel protagonista perfectamente integrado en la historia pero no vas a aprender a cocinar. Sólo vas a sentir mucho placer observando cómo se fríen unas gyozas o cómo se vierten los ingredientes sobre los hielos de un cocktail. ¡Qué gustazo! Y qué hambre y qué sed.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Me gusta que haga un retrato realista del enamoramiento entre dos personas imperfectas cuya conversación no siempre fluye y muchas veces se torna incómoda. Me gusta que a veces me caigan mal. Empatizo con Ella y me irrita que Él sea tan inseguro, que haga locuras - como bailar en el metro o drogarse desnudos - para forzar una espontaneidad que no parece estar en su ADN. Otras veces empatizo con Él y me enerva la insolencia de Ella, sus excentricidades y su misterio impostado. Y que coma tan con las manos, chupando la comida como una niña traviesa buscando que la riñan.
No tienen nombre, pero parece dar igual, porque Isabel Coixet ha sido capaz de cocinar dos personalidades llenas de matices prescindiendo de ello.
Merece la pena verla entera, pasando por Roma y sus helados, Francia y su ausencia de quesos y, especialmente, Japón, donde todos los comportamientos extraños - a veces irritantes - de Ella a lo largo de la serie cobran sentido y te hacen ver que la serie está cocinada con cabeza.
Por cierto, Él tiene cara de llamarse Santi y Ella tiene cara de llamarse Ona.
No tienen nombre, pero parece dar igual, porque Isabel Coixet ha sido capaz de cocinar dos personalidades llenas de matices prescindiendo de ello.
Merece la pena verla entera, pasando por Roma y sus helados, Francia y su ausencia de quesos y, especialmente, Japón, donde todos los comportamientos extraños - a veces irritantes - de Ella a lo largo de la serie cobran sentido y te hacen ver que la serie está cocinada con cabeza.
Por cierto, Él tiene cara de llamarse Santi y Ella tiene cara de llamarse Ona.