La escopeta nacional, más que un libelo, más que una sátira, fue la extraordinaria y lúcida radiografía de un país que había tocado el fondo de la vileza y de la mediocridad. En su película, Berlanga desvelaba los entresijos de una sociedad que se había quedado anclada en el pasado. Cínico e inmisericorde, había elegido a Escobar, marqués de las Marismas del Guadalquivir, como personaje central de lo que más tarde se convertiría en una célebre saga. Aquí, Luis García Berlanga le daba la puntilla, con infinita crueldad, a lo que quedaba del franquismo y a su esperpéntica sociedad de curas, banqueros corruptos, oportunistas, ministros y ministrables. A los españoles La escopeta nacional les hizo mucha gracia, algo así como mirarse en el espejo y reírse de su propia imagen. Y el filme triunfó.