A pesar de presentarse como una apuesta de alto riesgo, "Cuéntame" se alzó finalmente como todo un referente genérico, casi dotado del poder de la "reproducción"; así como uno de los productos televisivos más interesantes y mejor tratados de la historia de la caja en España.

Su secreto de éxito no pretende ocultarse: el tratamiento a precisión histórica de las (por diferentes motivos) más memorables etapas de este país, a través de la mirada de una serie de personajes diseñados milimétricamente para representar a cualquiera que las hubiera vivido, fuera cuál fuera su inclinación política, estrato social o generación. Y esta imparcialidad vestida de honestidad consiguió, a parte de una visión sumamente cultural de dichos años, también otra de tierna ingenuidad, haciendo pensar a muchos sobre lo poco que realmente sabían entonces de prácticamente nada, en una época en la que lo de "saber" no era cosa de la mayoría, por aquí dentro.

Magistrales interpretaciones también... pero para historias que, sin embargo, a veces pueden pecar de pasadas de rosca, otorgándole a la serie una de sus dos patas cojas, a mi parecer.

La segunda pata coja es, sin duda, el eterno error de las series de éxito, llevado a superlativo en las de este país: NO SABEN TERMINAR. Una vez más, sobran las últimas temporadas, cuyo único valor parece residir en una cara "cultural" de la serie, ya muy deteriorada, en favor de las historias (ya totalmente inverosímiles) de la familia Alcántara. Una mutación, una vez más, motivada por la petición de la audiencia más folclórica, que convierte (trístemente) en mayoría, el deseo de ver en "Cuéntame" lo mismo que en sus vacías existencias: una burda "tele-novela".

Paradójicamente, estas últimas temporadas parecen hablar más claramente de lo mucho que aún nos queda por aprender.