Haz click aquí para copiar la URL
Voto de cinedesolaris:
9
Fantástico. Drama. Romance La muerte (Fredric March), cansada del rechazo de los humanos, decide transfigurarse en uno de ellos para descubrir el origen de ese temor y comprobar qué les aferra con tanta ansia a la vida. Basada en una obra de teatro de Alberto Casella que también inspiró "Meet Joe Black" (1998). (FILMAFFINITY)
1 de agosto de 2023
Sé el primero en valorar esta crítica
Tras los títulos de crédito de La muerte de vacaciones (Death takes a holiday, 1934), de Mitchell Leisen, mediante un travelling lateral, se nos va presentando a los actores que interpretan al anfitrión, el Duque Lambert (Sir Guy Standing), esposa e invitados en la Villa Felicitá. Pero hay una integrante de ese grupo a la que nos presentan separada, Grazia (Evelyn Venables), quien, a diferencia de los demás, inmersos en las festividades del pueblo, está orando en una iglesia. Felicidad, Gracia. A Gracia algo le falta para sentirse feliz, la poesía de lo sagrado, de lo excepcional, mientras los demás parecen más o menos conformes con la prosa de su vida, incluso aquel que es su novio, Corrado (Kent Taylor), hijo del duque. A Gracia le atrae alcanzar lo ilimitado (como expresa exultante, tras advertir que una sombra les persigue, cuando conmina al conductor del coche a acelerar pese a que sea noche cerrada en la carretera rural), desafiar los límites, transgredirlos. Grazia necesita algo que está más allá. ¿Y qué hay más allá que la muerte? Es la quintaesenciada representación de lo desconocido, de lo incierto y que, por serlo, todos temen. A la muerte le sorprende que los seres humanos tengan tanto miedo de conocerla. Si Grazia anhela estar más allá, la Muerte decide venir al aquí, porque quiere comprender el porqué de ese miedo, y el por qué se aferran tanto a la vida, por lo que decide habitar entre los humanos, como mortal, por tres días, con los rasgos del príncipe Sirki (Fredric March); lo que propiciará, por lo tanto, que nadie muera en el mundo durante ese tiempo. Para su sorpresa, aunque descubre gratificantes placeres epicúreos, como el vino, constata también que el ser humano vive entre lo fútil y lo vacío. El ser humano se desperdicia, vive ausente en vida, es un aquí sin sustancial presencia. ¿Cómo no va a cautivarse, a sentir el amor, ese sentimiento que hace sentirse excepcional, la gracia en vida, con Grazia, alguien que no se conforma sino que anhela lo sacro, lo que está más allá, lo inconcebible, lo inusitado, en suma, lo posible? Qué hermosa la secuencia en la que por primera vez se ven, y él mientras asciende las escaleras, en repetidas ocasiones se vuelve para volver a mirarla.

La muerte de vacaciones se basa en una obra teatral de Alberto Cassella, escrita en 1924, adaptada por Maxwell Anderson y Gladys Lehman. Si la versión realizada en 1998 por Martin Brest, ¿Conoces a Joe Black? asemejaba a una especie de alargado y trivial publirreportaje de unos grandes almacenes o de una marca de ropa, sin aura de misterio ni turbiedad ni menos romanticismo fronterizo, la segunda obra de Leisen no sólo rebosa esas cualidades. Es un cuerpo espectral, una espesura de atmósfera retenida, opresiva. Transpira la sensación de tiempo con fecha de caducidad de unas páginas descompuestas. Una pátina fúnebre la recubre, aunque transite con suma armonía entre la comedia y el drama, sin ser este nunca severo ni afectado. Hay una elegancia de otro mundo, de majestad, como si la película fuera la respiración de la muerte que encarna soberanamente Fredric March. Hay una diferencia abismal entre éste y Brad Pitt (aunque este, posteriormente, haya mejorado como actor, y dado buenas interpretaciones), por eso, sus dos encarnaciones de la muerte no pueden ser más extremadamente opuestas, lo excelso y lo prosaico.

Hay un momento que dejó en mí una huella indeleble la primera vez que admiré esta obra, ese plano en el que la Muerte le revela su verdadero rostro a Rhoda (Gail Patrick), poniendo a prueba a dónde es capaz de llegar o de aceptar por amor. Es sobrecogedor ese plano difuso, emborronado, de su rostro, lo desconocido que puede ser lo posible, porque lo posible para casi todos es algo siniestro, excepto para Grazia. Como memorable es su primera aparición, una sombra negra que aparece desde el fondo del encuadre, cuando se presenta a Lambert para proponerle que le invite durante tres días. Pocas veces la noción de aparición, lo genuino fantástico, ha poseído tal fuerza (quizá en una de las obras más señeras del fantástico, aún más turbia, ominosa, Suspense, 1961, de Jack Clayton).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow