El carácter nómada de la doble vida de Jean/Diane no ofrece en Gypsy atisbo alguno de atrevimiento. Todo ocurre precipitadamente y de forma casi inverosímil. El desarrollo de la historia se pierde en vaguedades sin interés, y se derrocha un tiempo de metraje que podía haber servido para profundizar en los morbos, secretos y deseos de esta terapeuta post hippie de clase alta. Si existe algún motivo para aprobarla y para llegar hasta el episodio 10 es, esencialmente, con el objetivo de disfrutar con la inmensa elegancia y estilazo de Naomi Ellen Watts que, sin duda, firmó un pacto con el diablo para irradiar tanta distinción y atractivo sexual mientras acaricia los 50.