Resulta curiosa la benevolencia con que la crítica a sueldo vino a evaluar esta cinta- o no tanto, habida cuenta del pasado como plumilla del "Fotogrimas" de su director-. Y es que "La caja Kovak" es un bodrio de proporciones cósmicas. Sin paños calientes. Estamos ante una cinta absolutamente incoherente y decididamente inverosímil. Daniel Monzón parece desconocer- siquiera sospechar- el grado de madurez alcanzado por el espectador de nuestro tiempo- sólo así se explica que su gran resorte argumental sea un científico loco transido de anhelos (auto) destructivos. Hay por ahí alguna reseña pretendidamente profesional que alaba la ausencia de trampas en el guión, también perpetrado... digo firmado por Monzón. En mi opinión, hacer trampas requiere de un grado mínimo de inteligencia que al libreto de esta película queda a años luz de distancia. Porque cualquier PCPI pasado de ketamina hubiera sido capaz de urdir una historia menos bochornosa. Una distopía en Palma de Mallorca no es aceptable ni para un estudiante de Comunicación con facilonas ínfulas de Ed Wood, con que de alguien que prepara con ella su salto a la Meca del cine... O tal vez sí, qué cosas se me ocurren.
Timothy Hutton enciende el piloto automático, pasa la cuenta y a otra cosa. En cuanto a Lucía Jiménez, nos encanta como mujer- ver apartado "Tías buenas con caras raras"- en la misma medida en que sus dotes interpretativas invitan a ofrecerle cualquier cosa menos un papel. Su aparición en este desperdicio de celuloide me reafirma en la citada correlación. Estoy de acuerdo- por fin- con cierto crítico en que hay poca química entre ambos protagonistas. En efecto, probablemente haya más complicidad entre mi jefe y yo- por poner un ejemplo al vuelo- que entre Hutton y Jiménez- ni siquiera la de sus apellidos es una combinación eufónica.
Y hablando de cacofonías y demás horrores, es muy digna de mencionar- o más bien denunciar- la decisión de hacer hablar inglés a los personajes españoles entre sí. Ya que la película es insufrible, al menos podemos entretenernos tratando de discernir dónde (des) aprendió la lengua de Shakespeare cada uno de ellos, si en "Opening" o en el "Wall Street Institute". Porque en Cork definitivamente no fue.