Muy grata sorpresa, más si cabe habida cuenta de la desoladora deriva en que de día en día se enfanga Netflix, otrora estimulante plataforma. “Noche de lobos” es una película pequeña y sin pretensiones a la que adorna la inusual virtud de resultar original subvirtiendo algunas de las más arraigadas convenciones del género sin perder por ello un ápice de respeto a sus esencias.
En efecto, lo que empieza como un thriller de niño desaparecido no tarda en mutar a historia de violencia, anarcoide y “redneck”, ribeteada de surrealismo y humor negro. El desenlace supone un sonoro bofetón al “happy ending” residuo del código Hays, haciendo suya, con toda literalidad, la célebre máxima hobbesiana: “el hombre es un lobo para el hombre”.
Encabeza el reparto —corto, pero muy eficiente— un Jeffrey Wright superlativo en un papel, asimismo, bastante más elaborado de lo que acostumbran cintas de este pelaje. No tan cómodo se percibe a Alexander Skarsgård, quien, a mi juicio, fuerza algo la máquina para componer a su asesino silencioso. Riley Keough, en cambio, entrega un trabajo ciertamente turbador y confirma las excelentes maneras apuntadas en “Lo que esconde Silver Lake” (“Under the Silver Lake”, 2018).
En fin, interesante bastardeo de géneros, rabiosamente entretenido, a cargo de Jeremy Saulnier, juguetón director al que conviene seguir la pista de cerca.