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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Comedia Yolanda Bel, una cantante de boleros adicta a las drogas, ve morir a su novio por una sobredosis de heroína adulterada. Asustada, decide recluirse en un convento de las ”Redentoras Humilladas”, una orden cuya misión es proteger a las chicas descarriadas. Yolanda se convierte en la favorita de la Madre Superiora, pero, cuando una ex amante de la monja que huye de la policía, se refugía en el convento las cosas se complican. En el ... [+]
8 de agosto de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
De “Entre tinieblas” se rumorea que surgió como un encargo del productor Luis Calvo, a fin de promocionar la carrera de su pareja, Cristina Sánchez Pascual. Resulta, cuando menos, extraño, toda vez que un cineasta como Almodóvar, poseedor de un universo estético y temático tan personal, no parece la opción más conveniente. Mucho menos en 1983, en pleno esplendor de la “Movida”, de la que Almodóvar era a la sazón flamante y desbocado cronista estrella. A resultas de todo lo cual llegó la delicia transgresora e hilarante en que se erige esta “Entre tinieblas”.
Ni que decir tiene que su inoperante protagonista, a cuya mayor gloria se supone que se quería la cinta, tarda muy poco en ser fagocitada por el talento y el carisma de sus compañeras de reparto; sobre todo la terna bizarra que integran unas impagables Marisa Paredes, Carmen Maura y Chus Lampreave en los lisérgicos hábitos de, respectivamente, Sor Estiércol, Sor Perdida y Sor Rata de Callejón. Mención aparte merece la Madre Superiora lesbiana, heroinómana y traficante que compone una Julieta Serrano, sin embargo, todo candor. El aullido desgarrador con que pone punto final a la historia produce un efecto expresivo mucho más hondo que cualquier subrayado musical.
Porque, en efecto, “Entre tinieblas” es un melodrama en el que la drogadicción y —cierto que quizá algo menos— la homosexualidad lumpen debían de haber jugado un papel crucial. No obstante, la arrolladora comicidad del Almodóvar de entonces —qué lástima, la pérdida progresiva, o abandono voluntario, de la misma— y la frescura con que se desenvuelve la mayoría de sus intérpretes acaban por adueñarse, a golpe de carcajada patidifusa —o “Patty Diphusa”, en terminología almodovariana—, no sólo de la película, sino del corazón de los espectadores.
Carorpar
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