Rodrigo Sorogoyen entrega un film muy interesante y definitivamente inquietante, incluso desde el título mismo, sugestivo cuando menos.
Fuera de los plañideros cauces de nuestro cine actual, el mérito de "Stockholm" es doble: por un lado, el sensacional aprovechamiento de unos recursos muy limitados- evidenciados en un diseño de producción espartano, cartujo casi-; por otro, el horror tan hondo, y tan cotidiano- ahí, probablemente, es donde resida la enorme eficacia del mismo-, que logra inducir en el espectador sin tratarse de una película de género.
Efectivamente, lo que durante la primera mitad del metraje apunta a desenfadada comedia entre romántica y post adolescente, descerraja de pronto una pesadilla asfixiante con la terrible naturalidad del "podría pasarte a ti". Y, como dije arriba, probablemente sea eso lo que más miedo da.
La encargada de dar vida al peor escenario de más de un seductor es una maravillosa Aura Garrido, cuya turbadora presencia devora la pantalla y nuestras conciencias. Su interpretación en "Stockholm" es, a la vez, soplo de aire fresco y puñetazo en el hígado. Habrá que seguirle la pista muy de cerca, al menos yo pienso hacerlo.
El otro integrante de la pareja protagonista, un voluntarioso Javier Pereira, monopoliza la primera parte de la historia- en mi opinión bastante menos interesante que el angustioso delirio a que da lugar- con una danza nupcial un tanto cansina. No obstante, mantiene el tipo, y la turbiedad que trasluce durante la segunda mitad de la cinta revitaliza un personaje que parecía agotado.