Haz click aquí para copiar la URL
Voto de telemendenge:
4
Comedia A Lucy Dell (Shirley MacLaine), una popular actriz de Hollywood, la ha dirigido su marido Paul (Yves Montand) en muchas de sus grandes películas. Para demostrarse a sí mismo que puede triunfar sin ella, Paul decide ir a Japón para dirigir una versión de “Madame Butterfly”. Pero Lucy, que no quiere quedarse fuera del proyecto, se disfraza y lo sigue hasta allí. (FILMAFFINITY)
8 de agosto de 2020
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre "El apartamento" e "Irma la dulce" se rodó "Mi dulce Geisha" pero a diferencia de las dos primeras, el director no fue Billy Wilder, sino un tal Jack Cardiff, más experimentado en el cine de aventuras. Estas cosas se notan y, no habiendo otro activo que la MacLaine, sin intriga, ni humor, ni drama, ni aventura, solo una historia centrada en las capacidades interpretativas de la estrella aprovechando la cercanía de sus facciones con las de ciertas orientales, a media proyección caes en la cuenta de ya has visto todo lo que te van a ofrecer.
Está claro que viendo las fotos de MacLaine a algún preboste se le ocurrió la idea pero, aparte de esta, no se le ocurrió ninguna más. Es igual, esta tía vende, rodamos. Tal es así que el argumento base es justamente ese: Esta tía tiene que aparecer en la película que intentan rodar sus personajes.

Escolta a la diva una leyenda, Edward G. Robinson, pero la sencillez de su personaje no le permite aportar mayor valor a esta cinta de dimes y diretes que pretende un enredo infantil. Las intervenciones de Montand y Cummings, con escaso ingenio en sus diálogos, resultan de mero soporte para el cuento y no mejoran el interés.

Lo dicho, MacLaine no canta, no cuenta, no interesa y, de forma ya aburrida, compone correctamente la imitación de una geisha americana con pelucón y maquillaje que, con poco más de intríngulis, defrauda las expectativas de llegar a disfrutar de una buena comedia de los 60. Que las hubo, varias y muy buenas, y también salía S. MacLine en ellas.

Desvergüenza incalificable la profanación de la excelsa partitura de Puccini en las últimas escenas mientras, muy de lejos para que no "cante", MacLaine finge el playback de la soprano que interpreta un aria de Madame Butterfly, quizá la más emotiva de cuantas hemos oído. Todo ello para intentar poner un broche de oro a una chaquetilla de punto. Estos norteamericanos siempre han sido unos iconoclastas de escaso gusto.

Véala, pero no repita.
telemendenge
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow