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España España · Madrid
Voto de Feisal:
8
Intriga. Thriller Años 70, en plena guerra fría. El fracaso de una misión especial en Hungría provoca un cambio en la cúpula de los servicios secretos británicos. Uno de los defenestrados es el agente George Smiley. Sin embargo, cuando ya se había hecho a la idea de retirarse, le encargan una nueva misión: se sospecha que hay un “topo” infiltrado en la cúpula del Servicio y sólo alguien de fuera puede averiguar quién es. Con la ayuda de otros agentes ... [+]
28 de julio de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Compleja y no apta para todos los paladares adaptación de la novela de Le Carré. Con una narración extremadamente pausada y cuidadosamente fragmentada, Alfredson nos sumerge en la psicología del espía, en sus paranoias y sus silencios, en su rutina y en sus desventuras. No hay persecuciones de coches ni explosiones, sino los rostros y las almas al descubierto de una serie de personajes aislados, con sentimientos aislados y ocultados por su propio trabajo. La Guerra Fría, el topo infiltrado, las deserciones o las traiciones en un bando y en otro son casi lo de menos, casi un macguffin que permite al director y a los guionistas, ayudados por la atmosférica y densa música de Alberto Iglesias, irradiar una frialdad casi polar en el mundo del MI6 y sus secretos. Ayuda la puesta en escena, deliberadamente gris y decadente, con pisos y casas completamente anodinos (incluso la misma sede del MI6 parece una oficina del montón, a excepción de la habitación secreta donde se reúne la cúpula de la organización). Incluso se opta por pasar de planos "postales", tan típicos en las películas cuando la acción transcurre en ciudades pintorescas, y Londres, Estambul y Budapest casi salen desapercibidas.

Decía antes que no es apta para todos los paladares, y es que el filme pide al espectador concentración absoluta, porque su narración fragmentada juega con flashbacks (bien hilvanados) entre varias historias protagonizadas por varios personajes, que el protagonista, George Smiley, va uniéndolas poco a poco. Y son microhistorias tan apasionantes como la principal, puesto que descubren la turbiedad y el sacrificio que requiere el oficio de espía (y más durante los convulsos años de la Guerra Fría), y permiten al espectador acceder a las torturadas personalidades de sus protagonistas. Particularmente destacan las desventuras de Tom Hardy en Turquía con la espía rusa (un destello de lirismo y emoción en medio de la fealdad y frialdad de la película), y sobre todo la de un enorme Mark Strong, espía torturado (física y emocionalmente) que cobra toda la importancia de la película hacia el final. Y es que esencialmente, ésta es una película de actores, porque cada personaje, en mayor o menor medida, tiene construida su personalidad, sus motivaciones íntimas dentro de ese tiovivo gélido que es el MI6. El doble rasero miserable de Toby Jones, la eficiencia y el desconcierto de Benedict Cumberbatch, los secretos tras un cuidado cinismo de Colin Firth y los ya mencionados Hardy y Strong. Por encima de todos ellos, Gary Oldman, la misma gelidez hecha carne, la eficacia burocrática y paciente que buscará incansablemente al topo infiltrado. Un hombre de muchos silencios y muchos desencantos, que en puntuales miradas y en mínimos gestos, deja a veces entrever una furia interior (bien por la caída que tuvo años atrás junto a su ex-jefe John Hurt, bien por saber que ha anclado su vida y su futuro a un oficio desagradecido), parapetada y oculta a través de sus gestos y sus grandes gafas.

Hombres todos ellos hastiados, insatisfechos con sus vidas unos, y miserables otros con su indiferencia. Si se consigue entrar, poco a poco, en el alma de la película y en su narrativa, la atmósfera va calando poco a poco en el espectador, y hasta el mismo argumento, que hasta entonces había que hacer encajar como piezas sueltas de un puzzle (ejercicio, como digo, que requiere paciencia y mucha atención), va cobrando sentido. Aun así, en una jugada arriesgada e inteligente, Alfredson deja algunos huecos e interrogantes al propio gusto del espectador. Es la antítesis del cine mascado y sobreexplicado de espionaje de cualquier Bond o de cualquier misión imposible, porque es el propio espectador el que debe llenar algunos agujeros con pistas y datos desvelados a lo largo del metraje. Sospecho que ésta es de las películas que necesitan y que ganan con un segundo y tercer visionado. Con todo, yo sí que entré en la atmósfera y en el juego mental de la trama, y el final de la película supone todo un disparo al cerebro y al corazón, un lamento en forma de último trozo de un flashback que va a apareciendo en trozos casi desde el principio (una fiesta con todos los protagonistas, en un pasado no muy lejano, donde todos eran más humanos), y la conjunción de ese flashback con la imagen de Mark Strong con un rifle, al son de la canción "La Mer" suponen todo un resumen de la misma alma y significado de lo que nos han contado. Compleja, intrincada, fría, emocional, mental, tensa, laberíntica y actoral, sin duda, una de las películas del 2011.
Feisal
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