Más allá de su discutible calidad artística, “Un perro andaluz” es uno de esos pocos filmes que pueden considerarse imperecederos, pues algunas de sus imágenes son verdaderos iconos del universo audiovisual del siglo XX; como la nube traspasando la luna, la navaja cortando el ojo, o la mano llena de hormigas. Imágenes que pertenecen ya por derecho propio al imaginario colectivo y que son reconocidas por la mayoría aún sin haber visionado la película.

Este proyecto auténticamente surrealista, cuyas imágenes provocadoras ocasionaron una gran expectación y un fuerte escándalo (ampliamente superado por su segunda película “La edad de oro”), influyó de forma notable en cineastas posteriores y formó parte de los movimientos artísticos que rompieron con el academicismo reinante hasta el momento en el cine, dejando atrás las normas narrativas clásicas.