El cine, como muchas otras cosas, es cultura y necesita avanzar, evolucionar y crear géneros e ideas nuevas que sorprendan al espectador (tanto para bien como para mal) y, en este caso, podemos observar una curiosa forma de llevar esto a la práctica: una mezcla explosiva de dos géneros totalmente firmes y establecidos y que, hasta ahora, parecían incompatibles.

Más allá del absurdo del argumento, la película no es ni mucho menos como para coger las cintas de grabación y tirarlas por el retrete; simplemente por el hecho de experimentar con la fusión de dos géneros tan diferentes como son el cine del oeste y el género de la ciencia ficción orientado a la existencia de seres extraterrestres y la complicación que eso conlleva merece una consideración.

A mí personalmente me sorprendió, pues me esperaba una auténtica absurdez de película (tirando a ser incluso cómica) y, para mi asombro, no fue tan exagerado. El argumento no tiene ni pies ni cabeza, hasta ahí coincidimos todos, pero la ambientación, el “encaje” de los efectos especiales en una película que en principio no es apta para tenerlos no está ni mucho menos forzado (aliens y naves encajan a la perfección en un territorio de indios y vaqueros) y la interpretación (que no es estelar, pero tampoco horrorosa) de actores con nombre propio como Harrison Ford, Daniel Craig u Olivia Wilde le dan un poco de “caché” al film; y todo ello combinado con dosis de acción donde ambos géneros aportan su parte (la historia y los enfrentamientos entre ambos bandos son surrealistas, sí, pero no por ello menos entretenidos).

¿Es una buena película? Lógicamente no, no hace falta ser un crítico de cine para llegar a esa conclusión, pero yo sigo pensando que el experimento de fusión no salió tan mal como podría haber salido. Eso sí, no es una película para tomarse muy en serio.