Hay muchas razones por las que acabamos viendo una película que en otras circunstancias no veríamos ni hartos de vino. En este caso es por ser padres de adolescentes.
Ese mismo factor es el que hace que tenga un amplio bagaje para comparar con otros títulos del género. Y ahí es donde pierde este Ritmo salvaje, en la comparación con, por ejemplo, los films de la saga Street Dance.
La historia del joven rebelde de gran ciudad que acaba en una universidad de un estado del Sur de los EE.UU.; más chico encuentra chica, chico pierde chica, chico reencuentra chica; más lo-que-cuenta-no-es-el-individuo-sino-el-grupo, son temas más que trillados, pero que continúan funcionando. Si a eso le añadimos unas interpretaciones correctas para lo que se pide y coreografías bien bailadas ya tenemos un producto de fácil consumo para el público al que se dirige.
Por otra parte, tampoco no es que me pareciera que los que al final ganan sean los mejores, pero claro, eso es la opinión de un "anciano".