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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
6
Thriller. Drama Steven es un eminente cirujano casado con Anna, una respetada oftalmóloga. Viven felices junto a sus dos hijos, Kim y Bob. Cuando Steven entabla amistad con Martin, un chico de dieciséis años huérfano de padre, a quien decide proteger, los acontecimientos dan un giro siniestro. Steven tendrá que escoger entre cometer un impactante sacrificio o arriesgarse a perderlo todo. (FILMAFFINITY)
13 de diciembre de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una filmografía que apenas alcanza la media docena de títulos, Yiorgos Lanthimos se ha ganado ya con creces la fama de cineasta incendiario y provocador. Qué duda cabe que tiene un gran mérito haber llegado a este status en un plazo tan breve, porque la verdad es que al griego estilo y creatividad no le faltan, como tampoco le falta valentía a la hora de asumir ciertos riesgos. Pero es justo reconocer que a veces uno no siempre calcula bien esos riesgos, y luego sale lo que sale. En “El sacrificio de un ciervo sagrado”- sugerente título por cierto- el director se atreve a desarrollar toda una tragedia griega en una polis del siglo XXI añadiendo además al cóctel una dosis de thriller psicológico y unas gotitas de humor negro (bastante particular dicho sea de paso). No digo yo que la propuesta no sea de entrada atractiva, pero los resultados terminan por mosquearme un poco.

En efecto, la mezcla resulta cuando menos curiosa. Impacta la manera en la que el director griego introduce la tragedia en la narración. Aquí no hay “deus ex máquina” como en los textos clásicos, ni dioses a quienes culpar del destino y de las desgracias de los protagonistas. Es por eso por lo que, ya sin el amparo de la fábula, como en “Canino” ni de la distopía como en “Langosta”, Lanthimos resulta más cruel y despiadado que nunca. Más que innecesaria y gratuita me atrevería a calificar esa crueldad de artificiosa. Y pediría a Lanthimos explicaciones de su verdadero origen. De paso, le comentaría también que nos podía haber ahorrado perfectamente un cuartito de hora de metraje y no hubiese pasado nada, y, ya que estamos, que podía también habernos escamoteado algún gotero, varias tiritas y un par de escenas de hospital. A estas alturas huelga ya decir que “El sacrificio de un ciervo sagrado” es una experiencia no apta para hipocondríacos.

Acierta no obstante el cineasta heleno en bañar de frialdad su relato, frialdad que se extiende a otros campos de la película, con una planificación que recuerda mucho a las obras de Kubrick, y unos planteamientos que se miran no poco en el espejo de Haneke. De la premeditada frialdad con la que Colin Farrell y Nicole Kidman afrontan sus respectivos personajes se aprovecha el joven Barry Kheogan para lograr la interpretación más recordable del film.

Siempre hay algo de impostado en el cine que se pretende incómodo. Consideremos esta impostura como un resquicio a la creatividad del artista. Ya sabemos que Giorgios Lanthimos es de esos cineastas capaces de traspasar líneas rojas en su obra, y que no parece importarle demasiado que su sacrificio por ello sea precisamente el de soportar de vez en cuando la ira de los dioses..
Juan Solo
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